¿Vacaciones de verano? El infierno de la hostelería. Impresiones de un factotum
La aparición de incendios forestales en verano constituye una noticia cuyo formato, como el de los anuncios de detergente no ha variado en 20 años. Se nos informa de cómo el fuego ha arrasado hectáreas de bosque y matorral, de la evacuación de vecinos y veraneantes, de la evolución de las tareas de extinción y finalmente, del control y sofocación del fuego. Las altas temperaturas, la imprudencia o el crimen son las principales causas esgrimidas. Una llamada a la prudencia y el civismo suele rematar esta noticia comodín que viene de perlas para colmatar la pretendida sequía informativa de esta época.
Pero en la crónica estival, nada se dice de los trabajadores del sector de la hostelería, auténtica carnicería laboral cuyas condiciones empeoran de año en año. En efecto, de Cádiz a Gerona, 200.000 trabajadores precarios hacen funcionar una industria a la que las autoridades, incluyendo inspección de trabajo, alcaldías, policías locales y poder judicial, dejan hacer a su guisa, en favor de una mafia patronal tan desaprensiva como brutal. La corta duración de la temporada es la razón esgrimida para justificar los abusos. Habría que aprovechar la afluencia de masas de turistas, llenar las arcas y hacer provisión para el invierno. Pero sucede que mientras las cuentas bancarias de promotores inmobiliarios, empresarios hoteleros y dueños de bares y cafeterías, de campings y restaurantes, rebosan de salud, una legión de precarios se agota dejando su salud al otro lado de un escenario tan idílico como falso.
Pero en la crónica estival, nada se dice de los trabajadores del sector de la hostelería, auténtica carnicería laboral cuyas condiciones empeoran de año en año. En efecto, de Cádiz a Gerona, 200.000 trabajadores precarios hacen funcionar una industria a la que las autoridades, incluyendo inspección de trabajo, alcaldías, policías locales y poder judicial, dejan hacer a su guisa, en favor de una mafia patronal tan desaprensiva como brutal. La corta duración de la temporada es la razón esgrimida para justificar los abusos. Habría que aprovechar la afluencia de masas de turistas, llenar las arcas y hacer provisión para el invierno. Pero sucede que mientras las cuentas bancarias de promotores inmobiliarios, empresarios hoteleros y dueños de bares y cafeterías, de campings y restaurantes, rebosan de salud, una legión de precarios se agota dejando su salud al otro lado de un escenario tan idílico como falso.
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