CENIT: Esto y aquello
EL PARTIDO DEL PETRÓLEO DE CHÁVEZ
En el homenaje que ayer se le ofreció al “Comando Miranda” en el teatro “Teresa Carreño” de Caracas, el Presidente Chávez anunció la creación de un nuevo Partido. Hay que recordar que el “Comando Miranda” fue el que coordinó toda la recién finalizada campaña electoral del Presidente que culminó con una victoria sostenida de más de siete millones de votos de un universo de once millones de sufragantes. Formado por el círculo íntimo del Presidente, el “Comando Miranda” pareciera anunciarse como la nueva cúpula del nuevo Partido. Ese círculo íntimo está integrado –en su mayoría- por los militares que tanto el 4 de Febrero como el 27 de Noviembre, de 1992, encabezaron las sublevaciones militares contra el régimen de Carlos Andrés Pérez II (1989-1993).
Pero realmente nada está claro hasta los momentos, salvo, naturalmente, que el Partido Socialista Unitario venezolano (PSU) –que así se denominará- se propone como la organización política del chavismo que sustituirá en breve al MVR, el aparato electoral de Chávez. Los lineamientos que trazó el Presidente en este acto contrastaban con los escenarios del “Teresa Carreño” donde los integrantes del gabinete ejecutivo estaban sentados en las gradas mientras que los prohombres del citado comando acompañaban al Presidente en la tarima del acto.
A mi juicio, esta escena es en sí misma elocuente. Al lado de los integrantes del gabinete ejecutivo estaban los jefes de los partidos políticos del chavismo electoral con cara de pocos amigos. Y no es para menos. Chávez les dijo, poco más o menos, que los votos que esos partidos habían obtenido, y gracias a los cuales han comenzado a hacer cabildeos, no eran de ellos sino de él: “esos votos son de Chávez”, dijo. Para morirse de la risa.
El Presidente no quiere, además, una simple fusión de partidos ni una sopa de letras, sino una organización popular de masas con ribetes democráticos en la que, obviamente, todo sería discutible menos la posición del Líder máximo. Faltaba más. Fustigó al estalinismo, a la desviación de la Revolución Bolchevique –cuando cayó la URSS, dijo, ningún obrero ruso salió a defenderla- y al concepto marxista de “dictadura del proletariado”. Me imagino el escándalo que estas aseveraciones habrán suscitado en los discos duros del dogmatismo marxiano criollo e internacional, de todos los sexos, edades y colores.
En realidad, si usted es uno de esos insoportables dogmáticos del marxismo o del anarquismo nihilista; de esos caletreros universitarios que jamás han tenido contacto alguno con “las masas”; de ese tipo de charlatanes que viven de sacarle el jugo a su empacho ideológico –ya sea interpretando los Manuscritos famosos de Marx o las payasadas literarias de Hakim Bey, el descubridor del “anarquismo ontológico”, no me joda-, este discurso de Chávez debe haberle suscitado una jaqueca descomunal rayana a una migraña incurable: le recomiendo que no tome aspirina Bayer, que aunque útil para evitar los infartos es causa de dengue hemorrágico según la “atrasada” medicina cubana.
Esbozando su proyecto histórico, Chávez plantea un “socialismo indígena” para los pueblos originarios; un “socialismo agrario” para las masas campesinas que, a su manera, abaten el latifundismo criollo y, en realidad, no entendí muy bien qué nos espera a los demás mortales que ni somos aborígenes ni mucho menos campesinos ni tampoco latifundistas. Es decir, a nosotros, que somos, en realidad, burgueses o proletarios urbanos –valga el pleonasmo-. Que conformamos, para desgracia de este país, tanto la clase media como la alta burguesía, y que hemos sido educados en los valores del individualismo yanqui americano y que soñamos con vivir en Paris, en Madrid o en Nueva York, que hablamos ese “spanglish” mediante el cual los ejecutivos de las transnacionales gringas se entienden con la raíz de nuestra nacionalidad, ¿a nosotros cómo se nos aplicará el “socialismo del siglo XXI”?
De momento, lo tengo claro, hemos salvado el pescuezo. No habrá “dictadura del proletariado” –de la que nos salvamos- ni “archipiélago Gulag” –que ya es mucho pedir. Stalin era, a todas luces, poco partidario del socialismo bolivariano y Gorbachov un agente del enemigo. Hasta ahí vamos bien.
¿Y el Partido cómo será? Bueno, se usará la misma estructura de base que logró la victoria de los siete millones de votos –batallones, escuadras y pelotones, todos ellos adjetivados ahora de socialistas- y a partir de ella comenzará un proceso de elecciones internas para crear la estructura jerárquica del Partido Socialista Unitario (PSU). Toda la base, o al menos la mayoría de ella, será la vanguardia de los consejos comunales, la organización popular nueva, entre muchas otras, de la Revolución Bolivariana. Como viene una reforma constitucional que, según la misma Constitución, debe ser sometida al escrutinio del Poder Constituyente, Chávez propone, de entrada, “la Federación” de los consejos comunales. Algo inaudito desde cualquier punto de vista que se le mire. Y fortalecer, además, con nuevas inyecciones de dinero, la “Banca Comunal”, suerte de idea que hace rememorar el “Banco del Pueblo” de Proudhon.
El concepto de Federación ha tenido muy mala prensa en Venezuela. En 1811 el Poder Constituyente se basó en el federalismo, y Bolívar (1783-1830) siempre adujo que ese federalismo autonomista estuvo en la base de la pérdida de la Primera República. De aquí que los bolivarianos del mantuanaje siempre hayan sido tenidos por unionistas antes que por federalistas. Sin embargo, la Guerra Federal de 1853 puso nuevamente sobre el tapete la idea de la Federación. Aunque terminó siendo desvirtuada por las influencias del imperialismo inglés y del para entonces recién nacido imperio yanqui, y porque los mantuanos y la oligarquía se hicieron federalistas, la Guerra Federal fue la insurrección de las masas populares y mestizas en la mitad del siglo XIX y apenas a dos décadas de la independencia que libró a Venezuela del tutelaje de la monarquía española. El concepto de Federación también fue puteado por el buró sindical de Acción Democrática. Así las Federaciones regionales de trabajadores (las “fetras”) se convirtieron, al lado de las federaciones de industria, en los centros de Alí Babá y sus sindicalistas ladrones. Por otra parte, la izquierda venezolana fue poco federalista, y el hecho de que Chávez llame a la constitución de Federaciones de consejos comunales –por regiones, por localidades, dijo- es, sin lugar a dudas, un salto cualitativo en esta caja de sorpresas que es la Revolución Bolivariana.
Nadie sabe todavía cómo será esa reforma constitucional en ciernes. Es inocultable que se modificará la reelección presidencial y serán los electores los que decidirán si Chávez puede ser reelecto hasta que nos cansemos de él. Eso está de anteojito. Pero hay otros elementos de esa reforma que están por verse, por ejemplo, la elevación del Poder Popular (en el cual estarían incluidas las Federaciones de consejos comunales, las empresas cogestionadas, autogestionadas, las fábricas ocupadas por los trabajadores y las empresas de producción social, las cooperativas, los consejos de planificación pública, las misiones, etc.) a sexto integrante de los poderes públicos constitucionales. En Venezuela, el Poder Constituyente dividió el Poder Público en cinco instancias: el Ejecutivo, el Legislativo, el Judicial, el Electoral y el Moral. Chávez es solamente el jefe del Poder ejecutivo y, por tanto, Jefe del Estado. Un sexto poder, el Poder Popular, sería, indudablemente, una revolución constitucional sin paralelos en la historia del constitucionalismo mundial.
Todas estas aventuras utópicas emprendidas por los revolucionarios bolivarianos son posibles porque Venezuela padece una riqueza gasífera y petrolera con reservas multimillonarias. La liquidación de la tecnoburocracia que secuestraba a Pdvsa –la transnacional venezolana que gestiona esa riqueza-, tras el sabotaje petrolero de 2003, logró sincerar a los ojos de la opinión pública, y de los mismos bolivarianos, qué tenía y qué dejaba de tener Pdvsa. Y convirtió a Chávez en el dueño de la chequera petrolera, asesorado por sus equipos multidisciplinarios. Algo insólito en el resto de América Latina. Entre los muchos planes públicos del gobierno bolivariano poca gente rememora el de “sembrar el petróleo”, basado en una vieja aspiración venezolana que data de 1940. En manos de un hombre relativamente joven la chequera petrolera está permitiendo a Venezuela incrementar su inversión social y de infraestructura, lo que jamás se había logrado en el siglo XX. Desde luego esto ha traído la elevación de los niveles de consumo de todas las clases sociales, el incremento de las importaciones y un rebote inflacionario que de no ser debidamente controlado puede distorsionar las realizaciones revolucionarias. En diez años quizá, la producción nacional de bienes podrá sustituir realmente las importaciones, siempre y cuando los proyectos integracionistas, y especialmente el Alba, que ahora contará no sólo con Cuba, sino con Bolivia, Nicaragua y, probablemente, Ecuador, logre expandirse y fortalecerse. Porque hay otro detalle que estos bolivarianos de hogaño no olvidan: el problema ecológico y la escasez de energía proveniente de hidrocarburos. Recordemos, asimismo, que el gobierno bolivariano ha extendido la red tributaria y ya Venezuela no es el país donde sólo los pendejos pagaban impuestos; de la tributación interna ingresan al fisco venezolano tantos dineros como los que vienen por las exportaciones petroleras.
Es indudable que el Partido Socialista Unitario comienza con todos los auspicios de convertirse en las elecciones presidenciales del 2012 en una fuerza cuasi mayoritaria, quizá con el 85 o el 90% de los votos. Ni el PRI mexicano jamás alcanzó una perspectiva similar.
Lo que no está claro es cuál será la relación de la Fuerza Armada con el nuevo Partido –constitucionalmente los oficiales militares y navales pueden votar mas no pueden militar en organizaciones políticas ni hacer proselitismo político en el seno de las agrupaciones armadas-. Es decir, nos quitamos de encima aquella imagen de mariscales soviéticos como miembros del Politburó del P.C.U.S. -imagen por cierto alguillo repugnante-. Desde luego, una cosa son las realidades y otras las apariencias. En la realidad, los jefes de las guarniciones, ¿pueden o no ser miembros de los consejos comunales? Esto no está claro. Pero si los consejos comunales son la base del Poder Popular, ¿por qué los soldados no pueden ser parte de tales consejos? Nada está claro, de momento. Pero lo que sí es seguro es que el “Comando Miranda” estuvo integrado por los hombres que, al lado de Chávez, manejaron a las tropas que se insurreccionaron en 1992. Esto nos puede dar una idea que ni Chávez ni sus acólitos más íntimos olvidan que la base de la Revolución Bolivariana y del Socialismo del siglo XXI está, en definitiva, en los cuarteles. Ni ellos lo olvidan ni nosotros tampoco.
Floreal Castilla
Venezuela, 16 de diciembre de 2006.
En el homenaje que ayer se le ofreció al “Comando Miranda” en el teatro “Teresa Carreño” de Caracas, el Presidente Chávez anunció la creación de un nuevo Partido. Hay que recordar que el “Comando Miranda” fue el que coordinó toda la recién finalizada campaña electoral del Presidente que culminó con una victoria sostenida de más de siete millones de votos de un universo de once millones de sufragantes. Formado por el círculo íntimo del Presidente, el “Comando Miranda” pareciera anunciarse como la nueva cúpula del nuevo Partido. Ese círculo íntimo está integrado –en su mayoría- por los militares que tanto el 4 de Febrero como el 27 de Noviembre, de 1992, encabezaron las sublevaciones militares contra el régimen de Carlos Andrés Pérez II (1989-1993).
Pero realmente nada está claro hasta los momentos, salvo, naturalmente, que el Partido Socialista Unitario venezolano (PSU) –que así se denominará- se propone como la organización política del chavismo que sustituirá en breve al MVR, el aparato electoral de Chávez. Los lineamientos que trazó el Presidente en este acto contrastaban con los escenarios del “Teresa Carreño” donde los integrantes del gabinete ejecutivo estaban sentados en las gradas mientras que los prohombres del citado comando acompañaban al Presidente en la tarima del acto.
A mi juicio, esta escena es en sí misma elocuente. Al lado de los integrantes del gabinete ejecutivo estaban los jefes de los partidos políticos del chavismo electoral con cara de pocos amigos. Y no es para menos. Chávez les dijo, poco más o menos, que los votos que esos partidos habían obtenido, y gracias a los cuales han comenzado a hacer cabildeos, no eran de ellos sino de él: “esos votos son de Chávez”, dijo. Para morirse de la risa.
El Presidente no quiere, además, una simple fusión de partidos ni una sopa de letras, sino una organización popular de masas con ribetes democráticos en la que, obviamente, todo sería discutible menos la posición del Líder máximo. Faltaba más. Fustigó al estalinismo, a la desviación de la Revolución Bolchevique –cuando cayó la URSS, dijo, ningún obrero ruso salió a defenderla- y al concepto marxista de “dictadura del proletariado”. Me imagino el escándalo que estas aseveraciones habrán suscitado en los discos duros del dogmatismo marxiano criollo e internacional, de todos los sexos, edades y colores.
En realidad, si usted es uno de esos insoportables dogmáticos del marxismo o del anarquismo nihilista; de esos caletreros universitarios que jamás han tenido contacto alguno con “las masas”; de ese tipo de charlatanes que viven de sacarle el jugo a su empacho ideológico –ya sea interpretando los Manuscritos famosos de Marx o las payasadas literarias de Hakim Bey, el descubridor del “anarquismo ontológico”, no me joda-, este discurso de Chávez debe haberle suscitado una jaqueca descomunal rayana a una migraña incurable: le recomiendo que no tome aspirina Bayer, que aunque útil para evitar los infartos es causa de dengue hemorrágico según la “atrasada” medicina cubana.
Esbozando su proyecto histórico, Chávez plantea un “socialismo indígena” para los pueblos originarios; un “socialismo agrario” para las masas campesinas que, a su manera, abaten el latifundismo criollo y, en realidad, no entendí muy bien qué nos espera a los demás mortales que ni somos aborígenes ni mucho menos campesinos ni tampoco latifundistas. Es decir, a nosotros, que somos, en realidad, burgueses o proletarios urbanos –valga el pleonasmo-. Que conformamos, para desgracia de este país, tanto la clase media como la alta burguesía, y que hemos sido educados en los valores del individualismo yanqui americano y que soñamos con vivir en Paris, en Madrid o en Nueva York, que hablamos ese “spanglish” mediante el cual los ejecutivos de las transnacionales gringas se entienden con la raíz de nuestra nacionalidad, ¿a nosotros cómo se nos aplicará el “socialismo del siglo XXI”?
De momento, lo tengo claro, hemos salvado el pescuezo. No habrá “dictadura del proletariado” –de la que nos salvamos- ni “archipiélago Gulag” –que ya es mucho pedir. Stalin era, a todas luces, poco partidario del socialismo bolivariano y Gorbachov un agente del enemigo. Hasta ahí vamos bien.
¿Y el Partido cómo será? Bueno, se usará la misma estructura de base que logró la victoria de los siete millones de votos –batallones, escuadras y pelotones, todos ellos adjetivados ahora de socialistas- y a partir de ella comenzará un proceso de elecciones internas para crear la estructura jerárquica del Partido Socialista Unitario (PSU). Toda la base, o al menos la mayoría de ella, será la vanguardia de los consejos comunales, la organización popular nueva, entre muchas otras, de la Revolución Bolivariana. Como viene una reforma constitucional que, según la misma Constitución, debe ser sometida al escrutinio del Poder Constituyente, Chávez propone, de entrada, “la Federación” de los consejos comunales. Algo inaudito desde cualquier punto de vista que se le mire. Y fortalecer, además, con nuevas inyecciones de dinero, la “Banca Comunal”, suerte de idea que hace rememorar el “Banco del Pueblo” de Proudhon.
El concepto de Federación ha tenido muy mala prensa en Venezuela. En 1811 el Poder Constituyente se basó en el federalismo, y Bolívar (1783-1830) siempre adujo que ese federalismo autonomista estuvo en la base de la pérdida de la Primera República. De aquí que los bolivarianos del mantuanaje siempre hayan sido tenidos por unionistas antes que por federalistas. Sin embargo, la Guerra Federal de 1853 puso nuevamente sobre el tapete la idea de la Federación. Aunque terminó siendo desvirtuada por las influencias del imperialismo inglés y del para entonces recién nacido imperio yanqui, y porque los mantuanos y la oligarquía se hicieron federalistas, la Guerra Federal fue la insurrección de las masas populares y mestizas en la mitad del siglo XIX y apenas a dos décadas de la independencia que libró a Venezuela del tutelaje de la monarquía española. El concepto de Federación también fue puteado por el buró sindical de Acción Democrática. Así las Federaciones regionales de trabajadores (las “fetras”) se convirtieron, al lado de las federaciones de industria, en los centros de Alí Babá y sus sindicalistas ladrones. Por otra parte, la izquierda venezolana fue poco federalista, y el hecho de que Chávez llame a la constitución de Federaciones de consejos comunales –por regiones, por localidades, dijo- es, sin lugar a dudas, un salto cualitativo en esta caja de sorpresas que es la Revolución Bolivariana.
Nadie sabe todavía cómo será esa reforma constitucional en ciernes. Es inocultable que se modificará la reelección presidencial y serán los electores los que decidirán si Chávez puede ser reelecto hasta que nos cansemos de él. Eso está de anteojito. Pero hay otros elementos de esa reforma que están por verse, por ejemplo, la elevación del Poder Popular (en el cual estarían incluidas las Federaciones de consejos comunales, las empresas cogestionadas, autogestionadas, las fábricas ocupadas por los trabajadores y las empresas de producción social, las cooperativas, los consejos de planificación pública, las misiones, etc.) a sexto integrante de los poderes públicos constitucionales. En Venezuela, el Poder Constituyente dividió el Poder Público en cinco instancias: el Ejecutivo, el Legislativo, el Judicial, el Electoral y el Moral. Chávez es solamente el jefe del Poder ejecutivo y, por tanto, Jefe del Estado. Un sexto poder, el Poder Popular, sería, indudablemente, una revolución constitucional sin paralelos en la historia del constitucionalismo mundial.
Todas estas aventuras utópicas emprendidas por los revolucionarios bolivarianos son posibles porque Venezuela padece una riqueza gasífera y petrolera con reservas multimillonarias. La liquidación de la tecnoburocracia que secuestraba a Pdvsa –la transnacional venezolana que gestiona esa riqueza-, tras el sabotaje petrolero de 2003, logró sincerar a los ojos de la opinión pública, y de los mismos bolivarianos, qué tenía y qué dejaba de tener Pdvsa. Y convirtió a Chávez en el dueño de la chequera petrolera, asesorado por sus equipos multidisciplinarios. Algo insólito en el resto de América Latina. Entre los muchos planes públicos del gobierno bolivariano poca gente rememora el de “sembrar el petróleo”, basado en una vieja aspiración venezolana que data de 1940. En manos de un hombre relativamente joven la chequera petrolera está permitiendo a Venezuela incrementar su inversión social y de infraestructura, lo que jamás se había logrado en el siglo XX. Desde luego esto ha traído la elevación de los niveles de consumo de todas las clases sociales, el incremento de las importaciones y un rebote inflacionario que de no ser debidamente controlado puede distorsionar las realizaciones revolucionarias. En diez años quizá, la producción nacional de bienes podrá sustituir realmente las importaciones, siempre y cuando los proyectos integracionistas, y especialmente el Alba, que ahora contará no sólo con Cuba, sino con Bolivia, Nicaragua y, probablemente, Ecuador, logre expandirse y fortalecerse. Porque hay otro detalle que estos bolivarianos de hogaño no olvidan: el problema ecológico y la escasez de energía proveniente de hidrocarburos. Recordemos, asimismo, que el gobierno bolivariano ha extendido la red tributaria y ya Venezuela no es el país donde sólo los pendejos pagaban impuestos; de la tributación interna ingresan al fisco venezolano tantos dineros como los que vienen por las exportaciones petroleras.
Es indudable que el Partido Socialista Unitario comienza con todos los auspicios de convertirse en las elecciones presidenciales del 2012 en una fuerza cuasi mayoritaria, quizá con el 85 o el 90% de los votos. Ni el PRI mexicano jamás alcanzó una perspectiva similar.
Lo que no está claro es cuál será la relación de la Fuerza Armada con el nuevo Partido –constitucionalmente los oficiales militares y navales pueden votar mas no pueden militar en organizaciones políticas ni hacer proselitismo político en el seno de las agrupaciones armadas-. Es decir, nos quitamos de encima aquella imagen de mariscales soviéticos como miembros del Politburó del P.C.U.S. -imagen por cierto alguillo repugnante-. Desde luego, una cosa son las realidades y otras las apariencias. En la realidad, los jefes de las guarniciones, ¿pueden o no ser miembros de los consejos comunales? Esto no está claro. Pero si los consejos comunales son la base del Poder Popular, ¿por qué los soldados no pueden ser parte de tales consejos? Nada está claro, de momento. Pero lo que sí es seguro es que el “Comando Miranda” estuvo integrado por los hombres que, al lado de Chávez, manejaron a las tropas que se insurreccionaron en 1992. Esto nos puede dar una idea que ni Chávez ni sus acólitos más íntimos olvidan que la base de la Revolución Bolivariana y del Socialismo del siglo XXI está, en definitiva, en los cuarteles. Ni ellos lo olvidan ni nosotros tampoco.
Floreal Castilla
Venezuela, 16 de diciembre de 2006.
2 Comments:
At 1:52 p. m., Anónimo said…
Venezuela: El partido único y el presidente vitalicio
Pascual Serrano
Rebelión 20-12-2006
Muchos medios de comunicación han difundido por el mundo dos preocupantes intenciones del presidente venezolano Hugo Chávez que confirmarían sus intenciones dictatoriales. La primera de ellas fue “reformar la Constitución para que el cargo que ostenta pase a tener carácter vitalicio”, según leo en la prensa regional española. “Hugo Chávez empieza a dar forma a su proyecto de convertirse en dirigente vitalicio de Venezuela”, afirmaba un editorial del diario español ABC el 5 de diciembre tras la victoria electoral. “Debería abandonar la insensata idea de cambiar la Constitución para ser presidente prácticamente vitalicio”, le recomendaban las firmas de opinión.
Pocos días después, otra noticia alarmante volvía a difundirse desde Caracas. “Con un partido único, Chávez quiere un control absoluto”, publicaba la agencia Efe. “Venezuela: Chávez, hacia el 'partido único'” se difundía en la prensa latinoamericana.
“Chávez intentará reformar la constitución venezolana para ser presidente vitalicio de la república y para que su partido sea el único en el país”, encontramos en la página web de la televisión Antena 3 el 3 de diciembre.
Los lectores reciben con preocupación esas noticias, es lógico, y confirman el carácter dictatorial del Hugo Chávez, no les queda ninguna duda. Pretender establecer un único partido y cambiar la ley para quedarse como presidente durante toda la vida, sólo puede ser una dictadura.
Pero es que ambas afirmaciones e intenciones del presidente de Venezuela son sencillamente mentira. Veamos cuál es la realidad.
Hugo Chávez ha planteado reformar la Constitución para eliminar el límite de mandatos presidenciales, de modo que pueda presentarse como candidato cuantas veces desee y ser elegido si así lo considera el pueblo venezolano. Y si no le votan, pues dejará de ser el mandatario de su país. Es decir, como sucede en España o en la mayoría de nuestro entorno europeo con el cargo de presidente del gobierno. Podrá ser durante toda la vida como el presidente Rodríguez Zapatero si éste gana sucesivamente todas las elecciones.
Y en cuanto al partido único, la propuesta es que todos los partidos políticos y grupúsculos que se definen como chavistas a lo largo de la geografía de Venezuela se aglutinen en torno a uno sólo que se llamará Partido Socialista Unido, lo que, por otro lado, suele ser lo más habitual en política. Por supuesto, el resto de los partidos se presentarán a las elecciones y tendrán la representación política que logren de los votos que consigan.
De modo que no cunda la alarma y cuando veamos las informaciones sobre Venezuela en los medios españoles, no se fíen, esos sí que quieren seguir engañando con carácter vitalicio y, si pudieran, ser los únicos.
Por cierto, donde sí existe un jefe de Estado con carácter vitalicio –y hereditario- es en España.
At 6:56 p. m., Generic Viagra Online said…
Hugo Chávez ha planteado reformar la Constitución para eliminar el límite de mandatos presidenciales, de modo que pueda presentarse como candidato cuantas veces desee y ser elegido si así lo considera el pueblo venezolano.
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