CENIT portavoz de la regional exterior de la cnt-ait

"SI CADA REFUGIADO ESPAÑOL NARRASE SIMPLEMENTE LO QUE HA VIVIDO, SE LEVANTARÍA EL MÁS EXTRAORDINARIO Y CONMOVEDOR DE LOS MONUMENTOS HUMANOS" FEDERICA MONTSENY, 1978

13 diciembre, 2006

CENIT: Esto y aquello

¿NI ALLENDE NI PINOCHET?

El golpe de estado del 11 de septiembre de 1973 en Chile, durante la Guerra Fría (1947-1991), mediante el cual se derriba a un Presidente legítimamente electo en libérrimos comicios por los chilenos, es quizá el ejemplo histórico más fehaciente de la perversidad de los dogmas y de las intoxicaciones dogmáticas manipuladas por los agentes ideológicos de los servicios de delación –siempre en activo- de las policías del mundo entero.

Los juegos de salón entre la izquierda parlamentaria y la derecha “civilizada” jamás impiden la eclosión del fascismo cuando un proceso social decide revisar el derecho de propiedad y profundizar la democracia en todos los terrenos para que todos los integrantes de la sociedad, independientemente de su ubicación anterior, participen en aras del bien común.

Tampoco cancelan los imperativos que son los intereses de las grandes potencias en el mundo de los países dependientes, productores de materias primas y compradores de bienes manufacturados y de tecnología avanzada producidos en los países metropolitanos por el monopolio que estos ejercen sobre la ciencia y la tecnología.

Una alma romántica como la del médico Salvador Allende Gossens (1908-1973), nacido y criado en el mundo del socialismo reformista y democrático chileno, firme creyente en las bondades del diálogo civilizado, en las ideas de la Ilustración, en los valores de la democracia pero asimismo encarnación de un programa reformista de justicia social, de una legislación avanzada de la equidad social, debió ser sacrificado por la historia para confirmar, como si hubiera hecho falta, que ni la derecha es nunca civilizada ni el fascismo por muy agazapado que ande ha sido demolido por el mundo de los hechos.

No importa que Kissinger y Nixon hayan planificado la caída de Allende y el ascenso de un cipayo de baja estofa, como Augusto Pinochet (1915-2006), en cuya sangre se albergaban las células de la traición; cualesquiera que hubieran sido los mandamases yanquis igualmente el imperio hubiera procedido de la misma manera; se vio en Nicaragua, en República Dominicana, en Brasil, en Argentina, en todo el continente iberoamericano. ¿No fue, acaso, el “aliado” Eisenhower el que terminaría apuntalando al fascista Franco, amamantado por las ubres de la Alemania nazi y de la Italia fascista? ¿No fue acaso Churchill, uno de los arquitectos del mundo de postguerra, el que avalaría a la monarquía borbónica franquista, emparentada con la Casa de Windsor?

En Venezuela, casi treinta años más tarde, se representó un guión parecido al ejecutado en el Chile de 1973. En efecto, en abril de 2002 el imperio y sus aliados criollos, apátridas cuya única patria es la del dinero, representaron un golpe fallido mediante el cual se liquidaron todas las normas constitucionales usando para ello un decreto sin basamento legal ninguno fundamentado en el valor jurídico de la fuerza bruta.

Y ese golpe de estado fue saludado como una proeza liberadora por un fantasmagórico “anarquismo venezolano” de marchamo libertariano amparado en una ideología que por la causa de la libertad ha ofrendado lo mejor de sus mujeres y de sus hombres sin pedir nada a cambio, desde los mártires de Chicago hasta la batalla del Ebro.

No tienen moral de ninguna especie quienes avalaron la cómica dictadura del jefe de los empresarios venezolanos, Pedro Carmona, que dejó a Venezuela en el limbo jurídico y perseguidas todas las expresiones del movimiento social por la represión policial y militar de los poderes privados en contubernio con unos generales felones y borrachos, usando para ello fuerzas policiales y algunos soldados indignos.

La respuesta inmediata de las fuerzas populares y de los generales constitucionalistas impidió que en Venezuela se perpetuara la tiranía de los poderes privados y se desconociera el valor jurídico del poder constituyente. Una tiranía de un Pinochet “civil” que se mandó a confeccionar la banda presidencial en una sastrería madrileña recomendada nada menos que por Aznar y Rajoy.

Ganó la libertad plebeya –la única libertad posible- frente al poder de la “libertad” de la gente de dinero. Frente a esta realidad los imbéciles del bonsái antes referido, indignamente denominado “anarquismo venezolano”, cual guacamayas chillonas, han venido repitiendo las consignas y los argumentos que desde los laboratorios de la derecha esquizofrénica y disociada han querido presentar a Venezuela como “otra víctima del comunismo”, y algún enano mentecato ha echado mano hasta de las memorias de “El Campesino”, rescatado de territorio estalinista por Julián Gorkin (1901-1987), para alertarnos que precipitadamente y por obra y gracia de un líder popular que es, según ellos, arlequín de Fidel Castro, marchamos hacia un régimen donde las libertades estarán conculcadas y ellos no podrán vivir su parásita vida de burgueses “libertarios”, adorándose el ombligo con la plusvalía que producen los eternos obreros de siempre.

No hay nada peor que ver una ideología eternamente proletaria pisoteada por unos ideólogos burgueses. Da asco. Las clases sociales no las hemos inventado, están ahí, y el anarquismo es una ideología nacida en el movimiento del proletariado, incluso del lumpenproletariado, a lo largo de la historia. Nadie, y mucho menos unos pitiyanquis disfrazados de payasos, le quitará al anarquismo esa carta de ciudadanía.ç

Floreal Castilla

Venezuela, 13 de diciembre de 2006