A los 70 años de la Revolución
Confederación Nacional del Trabajo
Comité Nacional
Secretaría de Prensa y Comunicación
Sevilla, 17 de julio de 2006
A los 70 años de la Revolución
Se cumplen estos días 70 años de uno de los procesos revolucionarios más significativos de la historia, y, desde el ámbito social, tal vez el que ha llegado más lejos en la transformación de unas estructuras por otras bien distintas, anulando la organización estatal como modelo político y subvirtiendo el modo de producción capitalista.
La historiografía, tanto la comunista como la liberal, se han encargado, bien de tergiversar los hechos, bien de ocultarlos simplemente. Este último caso, el silencio, es abundante, de tal modo que lo sucedido entre 1936 y 1939 se suele presentar no más que como una guerra de frentes, en cuya crónica se intercalan los avatares de unas luchas políticas, el apoyo o inhibición de las potencias extranjeras, etc. Pero apenas se destacan los acontecimientos que tuvieron lugar tanto en el mundo rural como en el mundo urbano en amplias regiones de la zona no ocupada por los sublevados, y que ponen en cuestión la presentación tanto de la democracia liberal como del capitalismo como modelos definitivos, los conformadores del fin de la historia.
El verdadero protagonista de esa Revolución fue el pueblo trabajador. La CNT sirvió como organización que encauzó los proyectos de transformación y cuyos resultados causan impresión a quien se acerca a su conocimiento. En el ámbito rural, se crearon cientos de colectividades campesinas, sobre todo en las regiones de Cataluña, Levante, Aragón y Castilla. Se ampliaron las tierras cultivables, se aumentó la producción, se repartió el trabajo y se disminuyó la jornada. Las experiencias fueron diversas, no reducibles a un único modelo, y por ello todas enriquecedoras: en muchos pueblos la colectivización afectó a todo el término municipal, adhiriéndose los pequeños propietarios al nuevo proyecto; en otros lugares, se respetó la pequeña propiedad, que convivió con la tierra colectivizada. Además, la Revolución no consistió en múltiples colectividades independientes e incomunicadas. Desde el principio se pusieron en marcha mecanismos para interconectar todas las colectividades, asegurar el intercambio de bienes y el abastecimiento de todo lo necesario a toda la población.
En las zonas urbanas la experiencia más conocida fue la de Barcelona y toda su área industrial. Es impresionante como los trabajadores compatibilizaron la lucha contra el fascismo con el mantenimiento de la producción y el abastecimiento a grandes núcleos de población –la Revolución no fue sólo la de unas pequeñas experiencias en unos pueblos pequeños-. Los transportes urbanos –tranvías, metro y autobuses- continuaron funcionando bajo el control obrero; en muchas industrias, la huida de los técnicos no amilanó a los trabajadores, que se pusieron al frente de la producción; mientras hubo harina, no faltó el pan en las tahonas.
¿Hay mayor progreso que allí donde el pueblo se hace protagonista de su destino?.La CNT hace este año, una vez más –pues nunca dejó de hacerlo- una rememoración de aquellos hechos, más no con la mirada nostálgica del que sólo se mira su propio ombligo, sino con los ojos atentos de la lechuza de Minerva, dispuesta a aprender y sacar frutos de las experiencias de nuestros antepasados; siguiendo, por tanto, lo que decía aquel título del importante libro –del que se cumplen ya casi 30 años- de Vernon Richards: “Enseñanzas de la Revolución Española”. Efectivamente, fue una experiencia con muchas enseñanzas que es preciso recoger y que serán de una gran utilidad en las transformaciones sociales que en el futuro se produzcan. Una proceso revolucionario en nuestros días, o en un futuro indeterminado, tendrá sus propias características, distintas de las de 1936 pues se trata de épocas también distintas: la población mundial ha aumentado considerablemente; la tecnología se ha desarrollado hasta límites no previstos no hace demasiado; las fuentes clásicas de energía están en crisis y el abastecimiento energético es un grave problema, como lo es asimismo el deterioro del medio ambiente a una escala mundial. Problemas todos que habrá que afrontar con inteligencia, pero sobre los que pueden planear las enseñanzas de nuestros abuelos del 36: la autogestión de los medios de producción; el federalismo como principio organizativo; la destrucción del centralismo y de la planificación de una estructura estatal; la ampliación de los espacios de libertad; la concatenación y compatibilidad de los proyectos individuales y los colectivos; la ‘improvisación’ inteligente y ordenada de un proyecto revolucionario, pues, llegada la hora de la verdad, no puede quedar todo en una algarada callejera sino en la asunción del propio destino.
Para recordar y profundizar en esta experiencia, muchos sindicatos de la CNT están organizando estos días jornadas y conferencias: Málaga; Lebrija; Mérida; Alcalá de Henares; Madrid –en unión con la FAI, organización de gran protagonismo también en la Revolución-, etc. Animamos a todos, sean afiliados o no a la CNT, a acudir a los actos de estas jornadas y participar en los debates en los que no sólo es factible hablar de historia, es decir, de los hechos del pasado, sino de la enseñanza que ese legado revolucionario nos puede aportar a los tiempos que vivimos.
Se cumplen estos días 70 años de uno de los procesos revolucionarios más significativos de la historia, y, desde el ámbito social, tal vez el que ha llegado más lejos en la transformación de unas estructuras por otras bien distintas, anulando la organización estatal como modelo político y subvirtiendo el modo de producción capitalista.
La historiografía, tanto la comunista como la liberal, se han encargado, bien de tergiversar los hechos, bien de ocultarlos simplemente. Este último caso, el silencio, es abundante, de tal modo que lo sucedido entre 1936 y 1939 se suele presentar no más que como una guerra de frentes, en cuya crónica se intercalan los avatares de unas luchas políticas, el apoyo o inhibición de las potencias extranjeras, etc. Pero apenas se destacan los acontecimientos que tuvieron lugar tanto en el mundo rural como en el mundo urbano en amplias regiones de la zona no ocupada por los sublevados, y que ponen en cuestión la presentación tanto de la democracia liberal como del capitalismo como modelos definitivos, los conformadores del fin de la historia.
El verdadero protagonista de esa Revolución fue el pueblo trabajador. La CNT sirvió como organización que encauzó los proyectos de transformación y cuyos resultados causan impresión a quien se acerca a su conocimiento. En el ámbito rural, se crearon cientos de colectividades campesinas, sobre todo en las regiones de Cataluña, Levante, Aragón y Castilla. Se ampliaron las tierras cultivables, se aumentó la producción, se repartió el trabajo y se disminuyó la jornada. Las experiencias fueron diversas, no reducibles a un único modelo, y por ello todas enriquecedoras: en muchos pueblos la colectivización afectó a todo el término municipal, adhiriéndose los pequeños propietarios al nuevo proyecto; en otros lugares, se respetó la pequeña propiedad, que convivió con la tierra colectivizada. Además, la Revolución no consistió en múltiples colectividades independientes e incomunicadas. Desde el principio se pusieron en marcha mecanismos para interconectar todas las colectividades, asegurar el intercambio de bienes y el abastecimiento de todo lo necesario a toda la población.
En las zonas urbanas la experiencia más conocida fue la de Barcelona y toda su área industrial. Es impresionante como los trabajadores compatibilizaron la lucha contra el fascismo con el mantenimiento de la producción y el abastecimiento a grandes núcleos de población –la Revolución no fue sólo la de unas pequeñas experiencias en unos pueblos pequeños-. Los transportes urbanos –tranvías, metro y autobuses- continuaron funcionando bajo el control obrero; en muchas industrias, la huida de los técnicos no amilanó a los trabajadores, que se pusieron al frente de la producción; mientras hubo harina, no faltó el pan en las tahonas.
¿Hay mayor progreso que allí donde el pueblo se hace protagonista de su destino?.La CNT hace este año, una vez más –pues nunca dejó de hacerlo- una rememoración de aquellos hechos, más no con la mirada nostálgica del que sólo se mira su propio ombligo, sino con los ojos atentos de la lechuza de Minerva, dispuesta a aprender y sacar frutos de las experiencias de nuestros antepasados; siguiendo, por tanto, lo que decía aquel título del importante libro –del que se cumplen ya casi 30 años- de Vernon Richards: “Enseñanzas de la Revolución Española”. Efectivamente, fue una experiencia con muchas enseñanzas que es preciso recoger y que serán de una gran utilidad en las transformaciones sociales que en el futuro se produzcan. Una proceso revolucionario en nuestros días, o en un futuro indeterminado, tendrá sus propias características, distintas de las de 1936 pues se trata de épocas también distintas: la población mundial ha aumentado considerablemente; la tecnología se ha desarrollado hasta límites no previstos no hace demasiado; las fuentes clásicas de energía están en crisis y el abastecimiento energético es un grave problema, como lo es asimismo el deterioro del medio ambiente a una escala mundial. Problemas todos que habrá que afrontar con inteligencia, pero sobre los que pueden planear las enseñanzas de nuestros abuelos del 36: la autogestión de los medios de producción; el federalismo como principio organizativo; la destrucción del centralismo y de la planificación de una estructura estatal; la ampliación de los espacios de libertad; la concatenación y compatibilidad de los proyectos individuales y los colectivos; la ‘improvisación’ inteligente y ordenada de un proyecto revolucionario, pues, llegada la hora de la verdad, no puede quedar todo en una algarada callejera sino en la asunción del propio destino.
Para recordar y profundizar en esta experiencia, muchos sindicatos de la CNT están organizando estos días jornadas y conferencias: Málaga; Lebrija; Mérida; Alcalá de Henares; Madrid –en unión con la FAI, organización de gran protagonismo también en la Revolución-, etc. Animamos a todos, sean afiliados o no a la CNT, a acudir a los actos de estas jornadas y participar en los debates en los que no sólo es factible hablar de historia, es decir, de los hechos del pasado, sino de la enseñanza que ese legado revolucionario nos puede aportar a los tiempos que vivimos.
2 Comments:
At 10:03 a. m., Anónimo said…
Here are some links that I believe will be interested
At 11:21 p. m., Anónimo said…
Very best site. Keep working. Will return in the near future.
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