CENIT portavoz de la regional exterior de la cnt-ait

"SI CADA REFUGIADO ESPAÑOL NARRASE SIMPLEMENTE LO QUE HA VIVIDO, SE LEVANTARÍA EL MÁS EXTRAORDINARIO Y CONMOVEDOR DE LOS MONUMENTOS HUMANOS" FEDERICA MONTSENY, 1978

11 diciembre, 2006

CENIT 995: Esto y aquello


EL INTERNACIONALISMO DE LOS NACIONALISMOS

Desde que los socialismos de diversa procedencia se convirtieron en una fuerza organizada el internacionalismo fue parte esencial de su prédica. La matriz primigenia de esos socialismos fue la Primera Internacional obrera de 1864, creada a iniciativa de obreros ingleses y franceses, y que para la época fue una tribuna donde las ideas más avanzadas del movimiento social tomaron la palabra.

Sin embargo, la Primera Internacional se fue extinguiendo debido a la represión de los gobiernos europeos de entonces y a las disputas entre las diversas tendencias, entre las cuales descolla la de los federalistas que, combatiendo a los llamados autoritarios, escindió la Internacional, aunque realmente no fue la única de las diatribas ni la más importante que los internacionalistas sostuvieron entre ellos ya fuera en sus congresos o en sus medios de comunicación y propaganda.

La Internacional de 1864 se convirtió en el enemigo público número uno de las potencias europeas de la segunda mitad del siglo XIX, así como años más tarde sucedería con el anarquismo de la “propaganda por el hecho” y con el comunismo de la Komintern.

No pudo sobrevivir la Internacional a los efectos de la guerra francoprusiana de 1870-1871 e incluso el aplastamiento de la Comuna de París (1871) está vinculado al desarrollo de los eventos geopolíticos de entonces, así como años más tarde de la Primera Guerra Mundial de 1914-1919 surgiría la República de los soviets en Rusia (1917) y de la Segunda Guerra Mundial de 1939-1945 la expansión del estalinismo.

A pesar de las loas de Carlos Marx (1818-1883) a la Comuna de Paris de 1871 realmente compartía lo medular de lo que Federico Engels (1820-1895) le había señalado en una correspondencia: “el triunfo de Alemania sobre Francia en esta guerra (la de 1870-1871) significará el triunfo de nuestras ideas sobre las de Proudhon [P. J. Proudhon (1809-1865), llamado por algunos –a mi juicio, erróneamente- el “padre del anarquismo”].

Execrada de la Europa culta e industrialmente avanzada la Internacional y los internacionalistas se refugiaron en la Europa del sur, España e Italia fundamentalmente que para la época formaban parte del Tercer Mundo. Internacionalistas arribaron asimismo a las costas americanas y sembraron sus ideas subversivas en el nuevo continente. Pero tras el traslado del consejo general de la Internacional a Nueva York, maniobra perpetrada por la corriente marxista, la Internacional dejó de existir, mas no así el espíritu –el alma, dirán algunos- internacionalista.

Mijail Bakunin (1814-1876) fue de los pocos revolucionarios de entonces que planteaba el aprovechamiento de la guerra para la realización de la revolución social (Véase “Michel Bakounine sur la guerre franco-allemande et la Révolution sociale en France, 1870-1871”, tomo VI de los Archivos Bakunin, preparados por Arthur Lehning, Leiden, 1977). De aquí provendría la gran diferencia entre el marxismo socialdemócrata y el anarquismo revolucionario que marcaría el siglo de socialismo a lo largo del mundo.

En 1889 se funda la Segunda Internacional por la entente de los partidos marxistas de la Europa occidental, fundamentalmente el alemán y el austríaco. La socialdemocracia germana colonizará ideológicamente al movimiento marxista internacional y expulsará a los anarquistas de su seno, a pesar de los esfuerzos de Pedro Kropotkin (1842-1921) por alcanzar un acuerdo. Sin embargo, las posturas ambivalentes de la Segunda Internacional respecto a los imperialismos y la guerra, que escindirá severamente al marxismo europeo, desembocarían en la hecatombe de la Primera Guerra Mundial (1914-1919) en la cual la mayoría de los partidos socialdemócratas adhieren a la unión sagrada que conllevaba la adscripción al patriotismo chauvinista y a las alianzas variopintas con las burguesías nacionales. El socialismo “demócrata” había abandonado definitivamente sus principios internacionalistas.

Por su parte, en ese fin de siglo, el anarquismo se debate en varias tendencias. Por un lado están los llamados a hacer realidad las palabras y las prédicas mediante la “propaganda por el hecho”, y por el otro los sectores más realistas que comienzan a organizar los primeros sindicatos anunciando ya la etapa del sindicalismo revolucionario. No obstante, a pesar de su vocación internacionalista las constantes nacionalistas se van abriendo camino dentro del mismo anarquismo y serán mucho más evidentes durante la primera postguerra. Una suerte de “anarquismo argentino” realmente asentado sobre la base inmigratoria que había absorbido la Argentina entre 1880 y 1910 –dada la incorporación de la República Argentina al mercado mundial- vincula la organización sindical indiferenciada con el planteamiento anarquista puro, y que será conocida como el “movimiento obrero anarquista”, en tanto que en España, siguiendo la experiencia de la Internacional que allí perdurará hasta 1881 más o menos, se abre paso el sindicalismo revolucionario o lo que los españoles llamarán posteriormente “anarcosindicalismo”.

Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1919) se fragua lo que sería a partir de 1920 la Tercera Internacional. En efecto, Vladimir Lenin (1870-1924) encabezaría el golpe de estado bolchevique que, en el marco de la revolución rusa de 1917, instaura el primer gobierno marxista radical de la historia. Acompañado por León Trotsky (1879-1940), Lenin convertirá a la Internacional bolchevique, la Komintern, en una organización de cuadros revolucionarios que extiende sus tentáculos por los cinco continentes, buscando bolchevizar a todo el movimiento socialista. Para ello se establece una nueva ideología, el “marxismo-leninismo”, y se usan los recursos del gobierno ruso para expandir su tarea agitacionista. Realmente, en la época leninista, no hay que dudar que los llamados a la “revolución mundial” fueran sinceros, aunque es innegable que buscaba defender la estabilidad de los bolcheviques rusos en el poder extorsionando con el “peligro revolucionario” a las potencias imperiales.

También data de 1922 cuando las fuerzas organizadas del anarquismo social conforman una Asociación Internacional de los Trabajadores (A.I.T.) en Berlín. Durante muchos años la A.I.T influyó en el movimiento anarquista italiano, español y argentino; pero, en 1937, los anarcosindicalistas españoles valiéndose de su preponderancia en el anarquismo internacional, y al control del poder político que compartían con la burguesía catalana y, en general, con la burguesía republicana española, ejercerían sobre esta internacional una influencia decisiva. En 1937 imponen una modificación de los estatutos de la A.I.T. a fin de justificar la política colaboracionista con la burguesía adoptada por el anarcosindicalismo español. De ahí en adelante, la A.I.T. fue siempre un apéndice del anarquismo hispano hasta 1996 cuando orilla a la CNT de Francia que, al calor de las realidades galas, se había despuntado como una organización anarcosindicalista más inclinada al sindicalismo revolucionario que al anarquismo radicalmente individualista. A partir de ese año la A.I.T se convierte en una cofradía que practica el estalinismo en nombre del anarquismo.

Pero será en los tiempos de J. Stalin (1858-1953) cuando el Komintern se convertirá descaradamente en un apéndice de la política exterior soviética. Las tres décadas de dictadura estalinista (1922-1953) marcarán profundamente a toda la izquierda mundial. La rusificación de esa izquierda será esencial para la geopolítica soviética especialmente durante los años de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Al fragor de las batallas, la Komintern se disolvió y fue sustituida por la Kominform cuyo objetivo esencial consistió en controlar desde Moscú a los partidos comunistas de Italia y Francia; así como supervisar políticamente, cuando la NKVD no podía hacerlo directamente, a los partidos comunistas del Este europeo, siendo la oveja negra Tito y el comunismo yugoslavo.

En 1938, y al calor de los debates dentro del movimiento comunista y al ambiente de preguerra que vivía Europa desde 1933 con el arribo de los nazis al poder, se forma la Cuarta Internacional inspirada en los planteamientos del trotskismo. El congreso fundacional se celebra en Paris, pero el comité fue trasladado de inmediato a Nueva York ya que el partido trotskista de los Estados Unidos era el más fuerte de la nueva Internacional y la guerra impedía su funcionamiento en Europa. Tras la muerte de Trotsky en 1940, asesinado por el comunista español Ramón Mercader, la Cuarta Internacional se quedaría huérfana de un teórico de fuste. Celebra su segundo congreso de nuevo en Europa y se escinde en 1953 debido a las tesis de Michel Pablo (1911-1996) quien planteaba la necesidad de disolver las agrupaciones trotskistas y convertirlas en el ala izquierda de los partidos estalinistas. Pablo fue el ideólogo del “entrismo” trotskista que tantos buenos resultados le aportó a la Cuarta Internacional en todos los confines del globo. Nacido en Egipto y criado y educado en Grecia, Pablo terminaría siendo ministro del gobierno de Ahmed Ben Bella (1916-) en la Argelia liberada en 1963. El régimen internacionalista argelino de Ben Bella duró apenas dos años y fue derrocado por la tendencia nacional-militarista eurocentrista del FLN argelino en 1965. La Argelia de Ben Bella realmente se convirtió en un centro internacional que conspiraba contra las potencias imperiales, incluida la misma Unión Soviética de entonces.

Con la Argelia de Ben Bella y la Cuba de Fidel Castro que, en carne propia, descubren que la URSS postestalinista sigue las lógicas perversas de la dominación Norte-Sur, surge otra organización internacionalista: la Tricontinental. (la OSPAAAL, Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina), hoy devenida en ONG cubana. Fundada en 1966 en La Habana, realmente la Tricontinental ha sido un apéndice de la polìtica exterior de la Revolución fidelista cubana.

El internacionalismo ha sido, pues, una de las tantas quimeras que despertó la utopía socialista desde el siglo XIX. A decir verdad, el internacionalismo jamás ha logrado perdurar porque bien sea por la conquista del poder en los estados nacionales o por la influencia del interés nacional de las distintas y variopintas fracciones revolucionarias el internacionalismo ha sido más un acto de demagogia que una vocación genuinamente apátrida. Ayer y hoy.-

Floreal Castilla.
Venezuela, diciembre de 2006.