CeNiT 981: ¿CÓMO SUPRIMIR LA GUERRA?
No es oponiéndose a esta idea con principios humanitarios; se ha ensayado siglo tras siglo, siempre avortó.
La codicia, la venalidad, la ferocidad, la estupidez del hombre, quedan tal y como fueron desde los peces, seguidos de los monos que han degenerado al punto de llegar al humano, cuales humanos matando su igual, sin que sea para comerlo. Solo los antropófagos tienen alguna lucidez de entendimiento práctico; pero los otros se aplican en destrozarlas, el ejemplo de entendimiento sería molesto.
Se trata pues de suprimir la guerra sin recurrir al entendimiento, a la virtud, y a la sensibilidad. Es de las guerras como del cáncer que los oficiales combaten, costosamente con pocos resultados, y a cargo de los contribuyentes, con rayos y bisturí. Es una enfermedad general cual tumor no es más que la manifestación final y casi siempre mortal.
Los tratamientos químicos, biológicos, psíquicos por el sexto sentido, serían los únicos eficaces. Pero (siempre hay un pero) las leyes condenan los médicos que las emplean; como de la misma manera se encarcelan los pacifistas.
La razón primera de la guerra digamos es cósmica: es la manifestación de esa ley natural que gobierna la proliferación de los seres sobre la tierra, manteniendo las especies, equilibra la destrucción por el renacimiento de todo lo que puebla el mundo. Esta ley prevee miles y miles de huevos y granas para asegurar la perpetuación del pez, del vegetal, del animal; de esos miles y miles de granas, una sola no se pudre, no será picoteada por los pájaros, comida por insectos o roedor, esa germinará.
Los hombres, ellos, han hecho códigos, leyes, modalidades morales u otras, para que toda parcela del semen humano se desarolle. Estas prescripciones contra natura tienen por efecto que la especie humana pulule al punto que se declaran guerras de más en más mortales, para destruir esos excesos, a medida que su progresión se amplifica de más en más rápidamente.
¿Cómo parar el proceso? Inversando los preceptos de nuestras leyes que alentan la natalidad, prescribiendo el avorto en caso de necesidad o cuando la mujer no quiere procrear por razones que le son propias, tratar en la medida de lo posible, información adecuada a esas familias numerosas, a esa cantidad de hijos muchas veces no deseados, sacrificando su presente y su porvenir, no faltando quien los recupere para enviarlos al masacre cuando tienen 20 años.
¿Cómo hacer desaparecer del planeta esos hombres de la financia, de la política, esos militares de carrera, esos incompetentes maestros de lo moral y espiritual? Fuese posible se llegaría, contrariamente a los errores de la medicina, a combatir el virus de la guerra y sus causas, es la sola terapéutica eficaz.
Pablo Reboux
(Traducción equipo redaccional)
La codicia, la venalidad, la ferocidad, la estupidez del hombre, quedan tal y como fueron desde los peces, seguidos de los monos que han degenerado al punto de llegar al humano, cuales humanos matando su igual, sin que sea para comerlo. Solo los antropófagos tienen alguna lucidez de entendimiento práctico; pero los otros se aplican en destrozarlas, el ejemplo de entendimiento sería molesto.
Se trata pues de suprimir la guerra sin recurrir al entendimiento, a la virtud, y a la sensibilidad. Es de las guerras como del cáncer que los oficiales combaten, costosamente con pocos resultados, y a cargo de los contribuyentes, con rayos y bisturí. Es una enfermedad general cual tumor no es más que la manifestación final y casi siempre mortal.
Los tratamientos químicos, biológicos, psíquicos por el sexto sentido, serían los únicos eficaces. Pero (siempre hay un pero) las leyes condenan los médicos que las emplean; como de la misma manera se encarcelan los pacifistas.
La razón primera de la guerra digamos es cósmica: es la manifestación de esa ley natural que gobierna la proliferación de los seres sobre la tierra, manteniendo las especies, equilibra la destrucción por el renacimiento de todo lo que puebla el mundo. Esta ley prevee miles y miles de huevos y granas para asegurar la perpetuación del pez, del vegetal, del animal; de esos miles y miles de granas, una sola no se pudre, no será picoteada por los pájaros, comida por insectos o roedor, esa germinará.
Los hombres, ellos, han hecho códigos, leyes, modalidades morales u otras, para que toda parcela del semen humano se desarolle. Estas prescripciones contra natura tienen por efecto que la especie humana pulule al punto que se declaran guerras de más en más mortales, para destruir esos excesos, a medida que su progresión se amplifica de más en más rápidamente.
¿Cómo parar el proceso? Inversando los preceptos de nuestras leyes que alentan la natalidad, prescribiendo el avorto en caso de necesidad o cuando la mujer no quiere procrear por razones que le son propias, tratar en la medida de lo posible, información adecuada a esas familias numerosas, a esa cantidad de hijos muchas veces no deseados, sacrificando su presente y su porvenir, no faltando quien los recupere para enviarlos al masacre cuando tienen 20 años.
¿Cómo hacer desaparecer del planeta esos hombres de la financia, de la política, esos militares de carrera, esos incompetentes maestros de lo moral y espiritual? Fuese posible se llegaría, contrariamente a los errores de la medicina, a combatir el virus de la guerra y sus causas, es la sola terapéutica eficaz.
Pablo Reboux
(Traducción equipo redaccional)
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