CENIT nº 990: Dichos y hechos
por S. FERNANDEZ CANTO
Si se tiene en cuenta y se aplica debidamente la resolución adoptada por la ONU de poner fin a las hostilidades y sobre todo al cese de fuego que ha entrado en vigor el 14 de agosto, el enfrentamiento entre Israel y el Hezbollah habrá llegado a su término.
A continuación procuraremos -lo más brevemente posible y de una forma imparcial- hacer un resumen de estos sucesos sangrientos.
En lo que atañe a Israel, la lluvia de cohetes de guerra, que se abatían cotidianamente en el norte del país, eran la confirmación que su existencia estaba en juego. Se podría alegar, que se trataba de una simple respuesta a sus propios bombardeos e incursiones en territorio libanés.
Ahora bien, si el Hezbollah disponía de un buen armamento, se lo debía a sus poderosos "tutores" sirios e iraníes, y ello no databa de la réplica de "Tsahal" al rapto de los dos soldados. Dicho armamento se encontraba en su posesión bastante antes de haberlo empleado y podía considerarse bajo el punto de vista israelí, que su desmantelamiento era una cuestión nacional de vida o muerte.
Después de varios días de practicar una ofensiva destinada a derribar el Hezbollah, con el objeto de proteger la frontera norte de Israel, el gobierno Olmert no solo no ha obtenido ningún resultado militar positivo, sino que se exponía -por añadidura- de perder rápidamente la guerra psicológica.
Por lo inmediato el Hezbollah podía jactarse de haber obtenido una victoria diplomática gracias al traspiés de Cana.
No es un misterio para nadie que el "partido de Dios" utiliza las zonas de población civil para proceder, desde allí, al lanzamiento de cohetes contra Israel con la esperanza, que una réplica de "Tsahal" haga víctimas inocentes en la población libanesa. Este cálculo cínico es de un gran provecho político al provocar la indignación internacional ante la cantidad de víctimas inocentes y acentuar la presión en favor de un cese el fuego inmediato.
La explotación de la muerte y la desolación consecutiva a los bombardeos israelíes es una formidable palanca de popularidad en el mundo árabe y en el Líbano.
No habiendo ganado la guerra de los bombardeos, Israel, frente a un enemigo mucho más resistente de lo que él se esperaba, llevaba camino de perder la de las imágenes. Y ello inclusive si la responsabilidad primera de la matanza de Cana es directamente imputable al Hezbollah.
La guerra, a la que hemos estado asistiendo, se inscribe en un contexto cuyo resultado hasta ahora era dificil de preveer, aunque las condiciones de resolución sean conocidas: el reconocimiento de un Estado palestino viable y un tratado de paz regional garantizando la seguridad de Israel, son los principales factores.En cuanto a Irak, nadie sabe tampoco lo que va a ser de él, amenazado por una guerra civil entre musulmanes sunitas y chiítas y convertido como Afganistán y Pakistán en un terreno privilegiado de intervención y recrutamiento de la red terrorista internacional Al Qaida, que ha probablemente participado en el atentado fallado, menos mal, destinado a destruir una decena de aviones de línea norteamericanos en pleno vuelo.
Si se tiene en cuenta y se aplica debidamente la resolución adoptada por la ONU de poner fin a las hostilidades y sobre todo al cese de fuego que ha entrado en vigor el 14 de agosto, el enfrentamiento entre Israel y el Hezbollah habrá llegado a su término.
A continuación procuraremos -lo más brevemente posible y de una forma imparcial- hacer un resumen de estos sucesos sangrientos.
En lo que atañe a Israel, la lluvia de cohetes de guerra, que se abatían cotidianamente en el norte del país, eran la confirmación que su existencia estaba en juego. Se podría alegar, que se trataba de una simple respuesta a sus propios bombardeos e incursiones en territorio libanés.
Ahora bien, si el Hezbollah disponía de un buen armamento, se lo debía a sus poderosos "tutores" sirios e iraníes, y ello no databa de la réplica de "Tsahal" al rapto de los dos soldados. Dicho armamento se encontraba en su posesión bastante antes de haberlo empleado y podía considerarse bajo el punto de vista israelí, que su desmantelamiento era una cuestión nacional de vida o muerte.
Después de varios días de practicar una ofensiva destinada a derribar el Hezbollah, con el objeto de proteger la frontera norte de Israel, el gobierno Olmert no solo no ha obtenido ningún resultado militar positivo, sino que se exponía -por añadidura- de perder rápidamente la guerra psicológica.
Por lo inmediato el Hezbollah podía jactarse de haber obtenido una victoria diplomática gracias al traspiés de Cana.
No es un misterio para nadie que el "partido de Dios" utiliza las zonas de población civil para proceder, desde allí, al lanzamiento de cohetes contra Israel con la esperanza, que una réplica de "Tsahal" haga víctimas inocentes en la población libanesa. Este cálculo cínico es de un gran provecho político al provocar la indignación internacional ante la cantidad de víctimas inocentes y acentuar la presión en favor de un cese el fuego inmediato.
La explotación de la muerte y la desolación consecutiva a los bombardeos israelíes es una formidable palanca de popularidad en el mundo árabe y en el Líbano.
No habiendo ganado la guerra de los bombardeos, Israel, frente a un enemigo mucho más resistente de lo que él se esperaba, llevaba camino de perder la de las imágenes. Y ello inclusive si la responsabilidad primera de la matanza de Cana es directamente imputable al Hezbollah.
La guerra, a la que hemos estado asistiendo, se inscribe en un contexto cuyo resultado hasta ahora era dificil de preveer, aunque las condiciones de resolución sean conocidas: el reconocimiento de un Estado palestino viable y un tratado de paz regional garantizando la seguridad de Israel, son los principales factores.En cuanto a Irak, nadie sabe tampoco lo que va a ser de él, amenazado por una guerra civil entre musulmanes sunitas y chiítas y convertido como Afganistán y Pakistán en un terreno privilegiado de intervención y recrutamiento de la red terrorista internacional Al Qaida, que ha probablemente participado en el atentado fallado, menos mal, destinado a destruir una decena de aviones de línea norteamericanos en pleno vuelo.
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