CENIT portavoz de la regional exterior de la cnt-ait

"SI CADA REFUGIADO ESPAÑOL NARRASE SIMPLEMENTE LO QUE HA VIVIDO, SE LEVANTARÍA EL MÁS EXTRAORDINARIO Y CONMOVEDOR DE LOS MONUMENTOS HUMANOS" FEDERICA MONTSENY, 1978

01 diciembre, 2006

Vidas militantes




Despidiendo a Fina.


“Yo no te pido nada
yo no acepto nada.
Alcanza con que estés
en el mundo
con que sepas que estoy en el mundo...
Si no para qué todo”.

Idea Vilariño.



Se sentía morir, tranquilamente pidió una bandera, la que estaba en sus sueños.
Eran las 5 menos 5 de la tarde. Un trabajador echaba Pórtland alrededor de un círculo. Iba completando el redondel mientras unas 60 personas lo miraban en silencio. Algunas lágrimas se deslizaban por algunas mejillas, se oían sollozos, otros ojos estaban rojizos. Todos estaban doloridos. Habíamos perdido una compañera, una amiga, un familiar, una madre, una abuela. Se nos había ido Nora Oxandabarat, era el entierro de quien los compañeros llamábamos por su nombre de batalla: Fina.
El trabajador terminó su tarea selladora de vida, colocó las flores y ahí quedaba el panteón 1353 teniendo en su interior a nuestra querida compañera. Pero aquel agujero con su tapa redonda sólo había tragado un cuerpo, quedaba un recuerdo, memorias, luchas, esperanzas, afectos que pertenecieron a Fina y que serán eternas. Durarán más que las injusticias.
Cuando el hueco de tapa redonda estaba vacío unas 60 personas están paradas esperando, ¿se habrá ido de verdad Fina?, algo recorría el ambiente, algo que decía: hay que darle un adiós de hasta mañana. Sí se sentía que eso faltaba. Entonces, alguien comenzó a decir algo y un alivio recorrió los cuerpos presentes. Era el abrazo que todos esperaban, que sentían con ansiosa y angustiosa urgencia. Un redondo rostro agradable, que naturalmente tendría expresión alegre, con desesperación y dolor quería articular palabras, la emoción se las entrecortaba tramposamente. “Quiero contarles... como hago para contarles... les cuento... que cuando me llamaba de mañana me decía: ¡arriba los que luchan!. Pareció un discurso largo y apenas habían transcurrido unos segundos. La forma de decirlo, la emoción existente le dio una prolongación que no tiene tiempo o que produjo su tiempo propio. Todos los presentes aplaudieron largamente y con bastante fuerza. Se identificaban con esa síntesis que tanto puede significar, que tantos corazones y combates recorrió. Que es una reafirmación de rebeldía, de amor a una utopía, de confianza en las propias fuerzas, de que se puede, de que hay un mañana y que con ganas finalmente lo lograremos. Un grito de vida que venía desde la muerte.
Los rituales suelen ser perversos, pueden estar revolviendo el dolor una y otra vez, pueden estar dando un mensaje malvado: “solo somos tierra”, “no somos nada”. Cierto la danza de la muerte no es un espectáculo estimulante. Pero a uno le quedó la impresión que esta vez se pudo matar a la muerte... y en su propio terreno.
Quizás contamos primero la tragedia como para exorcizarnos un poco, para hacer un ejercicio de catarsis, para enfrentar a esa oscura y tenebrosa sombra de la muerte, pero más que nada para decir que estuvimos junto a un “hereje” cuerpo sin vida que todos sentían que les seguiría dialogando. “Hereje” por que las ataduras para domesticar, los diciplinamientos para resignar, no fueron de su credo y sí de su desprecio. No iba ahora la muerte a establecer normas.
No habían transcurrido más de tres días desde que pidió la bandera. La roja y negra de la FAU. La huesuda le arañaba los pies, le apretaba la garganta, le decía que su final estaba cerca, que se diera por vencida. Respondió simbólicamente que se reía de sus amenazas: “pidan a la FAU que me mande la bandera”. Su espíritu rebelde y lleno de mañana esperanzado pegaba un golpe a esa magra parca. Después tranquilamente, respirando como podía y hasta como no podía, esperó eso que denominan habitualmente “último momento”. Nadie puede afirmar que hay un solo “último momento” pero así se le llama. Había sido el suyo un gesto simbólico que habla de creer, sí de creer en el mejor sentido, de cariño por los compañeros y la lucha y de que su espíritu rojoynegro seguiría flameando en los tiempos. Por que el que estuvo no muere. Por que quedan los compañeros.
Símbolos que simbolizan símbolos. Pues Fina es también un símbolo de la modestia, de sencilla hija del pueblo, de los anónimos, de los que se jugaron en silencio. No dijo discursos, no escribió artículos ni libros, no contaba sobre su prisión ni tortura. Como bien se sabe con esa tendencia que tiene la mayoría de la historia ¿también los historiadores? de sólo mencionar y recalcar lo “relevante”, lo espectacular, lo cupular, hay zonas plebeyas que quedan en sombras. Fina pertenecía a la “raza” de los que arriman el hombro, los que hacen posibles tareas colectivas, a la de esos miles que entregan generosamente sus energías que pasan sin susurro y sin las cuales los acontecimientos no se concretarían ni podrían con rigor ser explicados.
Su casa amparaba militancia: gente y reuniones. Era básicamente una casa de la OPR. Allí se reunían en oportunidades compañeros militantes de OPR que tenían que coordinar alguna cuestión puntual u orgánica. Compañeros clandestinos, requeridos por la represión, más de una vez se encontraron allí.
La cuadra y alrededores de la casa de Fina está rodeada por las siniestras “Fuerzas Conjuntas”. En ese momento dentro de su casa hay dos compañeros clandestinos: Roger Julién y quien tenía el alias de “Peralta”. La represión golpea brutalmente su casa. Golpes como de patas de caballo insisten rabiosamente. Julién escapa por la estrecha abertura de una ventana que da a un hueco, tres metros abajo hay un patio de una casa vecina. El dueño de esta casa tenía una lejana y triste experiencia de represión, da su solidaridad a este desconocido que le dice que está escapando. La represión fusil en mano recorre uno y otro lugar en apartamentos y casas pero no puede dar con él fugitivo. Peralta corre otra suerte, es apresado en el apartamento antes que pueda intentar fugar. Fina, vinculada a la Organización y dueña de casa sufre después duras torturas y pasa 4 años en prisión. Soportó con firmeza la tortura ¿cuántas veces ya había imaginado un cuadro semejante en aquellos tiempos de incertidumbre?. De buena madera y con la cabeza ya funcionando en el circuito de lo posible asumió tenazmente las consecuencias. “Me tocó, ya está”.
Quien escribe la vio sólo algunas veces, conversó con ella, comentó temas variados. Me reuní en su casa, en distintos momentos, con Julién, Pareja, Chizola y Peralta. Un conocimiento personal muy relativo que sin embargo da para dejar estampada una impresión. Fina era de temperamento fuerte, decidida, vivaz, fraternal y dispuesta a encarar lo que fuera necesario. La mayoría de estos rasgos eran compartidos por quien la conocía más que uno.
El obrero de la muerte delicadamente sacó la bandera del cajón, la iba doblando lentamente, más rojo, mas negro, más rojo. Muerte, vida, sombras, futuro. Un sentido adiós libertario a nuestra querida Fina, y no precisamos repetir el consabido ¡hasta siempre!, hoy sin retórica te decimos: chau querida Fina, donde estén tus colores, estarás.

J.C.M.