CENIT portavoz de la regional exterior de la cnt-ait

"SI CADA REFUGIADO ESPAÑOL NARRASE SIMPLEMENTE LO QUE HA VIVIDO, SE LEVANTARÍA EL MÁS EXTRAORDINARIO Y CONMOVEDOR DE LOS MONUMENTOS HUMANOS" FEDERICA MONTSENY, 1978

24 noviembre, 2006

CENIT: Esto y aquello

La guerra social


Tras la caída del bloque soviético, en 1991, los nacionalismos tomaron la escena. Tanto los viejos como los nuevos nacionalismos permiten explicar casi toda la historia contemporánea pero no permiten examinar la validez de ciertas teorías que, en su momento, fueron la fuente de muchos de los más importantes movimientos intelectuales del siglo XX.

Dividir el mundo intelectual entre “liberales” y “comunitaristas” puede ser útil en determinadas circunstancias, pero no explica la mayor parte de los acontecimientos que se nos avecinan. Ni tampoco de los que han sucedido.

Fijémonos, por ejemplo, en “la lucha de clases”, una teoría que fue ampliamente difundida por manuales o enciclopedias y que, de serle fiel, no acaba nunca. En efecto, con su habitual tono escatológico Marx había sentenciado que “la historia de la humanidad es la historia de las luchas de clases”, y, naturalmente, no hay más vueltas que darle, apaguemos la luz y hasta el día siguiente.

Cuando aceptamos esa sentencia marxista como definitiva no podemos pensar ya en socialismo, entre otras cosas. Porque son tantas las clases que valdría la pena hacer un inventario: en la historia había proletariado y burguesía y, en los procesos revolucionarios, apareció “la burocracia”, ya prevista, entre otros, por Bakunin. Aunque fue realmente Milovan Djilas, el que la puso sobre el tapete al hablarnos de “la nueva clase” en el variopinto proceso del socialismo a la yugoslava.

El socialismo, creía Marx, sería el resultado del incremento de la producción capitalista y de la abolición de las relaciones burguesas de producción en una primera etapa. Es decir, “de cada quien según su capacidad a cada quien según su trabajo”. En la medida que llegáramos a la satisfacción de las necesidades humanas, no sería menester el Estado y, por tanto, arribaríamos al “reino de la libertad”, o sea, el comunismo. Es decir, “de cada quien según su trabajo y a cada quien según sus necesidades”.

A este esquema decimonónico el siglo XX le añadió sin número de complicaciones. El desarrollo de la producción capitalista no ha traído sino más capitalismo y el socialismo sigue siendo todavía una utopía entre otras. Marx ha pasado a ser otro socialista utópico de los que tanto denostaba.

Es evidente, sin embargo, que la guerra social no ha cesado. ¿Y qué será la “guerra social”? Digamos que es la batalla por la igualdad y la libertad que los seres humanos libran cotidianamente por una vida feliz –feliz, aquí, no debe entenderse como “sin conflicto”-, es decir, por el ideal que los filósofos de la Grecia clásica sembraron en la cultura occidental desde el siglo V antes de J.C.

Esa semilla la esparció Occidente por todos los confines del globo terráqueo pero ya no le pertenece. Es como un hijo que uno se esmera durante un cierto tiempo en criar, mimar y mantener, hasta que él labra su propio camino. El ideal de Occidente ya no es de Occidente. Le pertenece a toda la humanidad.

La filosofía de la “vida digna” es compartida por todos los seres humanos importando muy poco su origen étnico o el color de su piel. Ni tampoco el escudo de su pasaporte. O la forma cómo se imagine que es su Dios, si lo tiene o no.

Y esto coloca a Occidente en un dilema decisivo. La “guerra social” no cesa porque la población mundial crece y crece; el consumo de energía se ha disparado; y la sociedad del despilfarro no sabe controlarse, como si tuviera una borrachera sin fin. La consciencia de los límites ecológicos nos enfrentan al momento de las grandes decisiones: o comemos todos en este planeta o no come nadie. Tan radical como eso.

Hace muchos años Erich From (1900-1980) que ya había roto con la “Escuela de Frankfurt” en 1940, postulaba estos tópicos en torno a la condición humana y a la pasividad del ser humano del siglo XX; y a la relación entre las religiones monoteístas y las diversas formas de totalitarismo. La “Escuela de Frankfurt” fue un ensayo intelectual muy denso de reinterpretar o, mejor, reactualizar a Marx. Así como el grupo francés “Socialismo o Barbarie” trató de “explicar” el estalinismo desde la óptica de un socialismo heterodoxo. Fromm habló entonces del “miedo a la libertad” y esbozó apenas el problema de los límites de la “vida digna”.
Lo que pareciera hoy día es que hay libertades cómodas y otras que no lo son. A la libertad cómoda usted la anhela; a la incómoda, la desecha. Sin embargo, pareciera que no es posible una libertad absoluta porque sólo sería dable para pocos “elegidos” y volveríamos a tener el espinoso asunto de las desigualdades. Que es lo que hay.

El asunto es por tanto que la “guerra social” no ya es sólo por pan sino por la conquista de las libertades incómodas, es la única manera que tenemos de alcanzar, al mismo tiempo, la igualdad y la libertad. Conquistas mediante la revolución determinadas metas y, poco tiempo después, hay que comenzarlo todo de nuevo. Es el Sísifo de Camus.

La paz entre los humanos está lejana. Sólo nos queda la guerra. Así como, según los cristianos, estamos condenados al trabajo, a ganarnos el pan con el sudor de nuestras frentes, así mismo estamos condenados a ser actores, pasivos o activos, de una guerra social sin fin.-

FLOREAL CASTILLA
Venezuela, 2006