CENIT: Esto y aquello
LOS ABSOLUTOS
La tolerancia fue rasgo distintivo de la civilización occidental, es decir, de la que ha dado más muestras de intolerancia en toda la historia. Tolerancia para las élites; intolerancia para los de abajo, para la plebe analfabeta o a niveles semejantes. ¿Cómo podías creerte lo de la Igualdad, Fraternidad y Libertad cuando veías a los soldados franceses ametrallar indochinos o triturar africanos? ¿O sentirte encarnado por Calderón de la Barca mientras los españoles destripaban amerindios y latigueaban negros en las plantaciones? ¿Dónde estaba el Quijote en las colonias americanas?
Guardando las proporciones, lo mismo pasa hoy día. Se habla alegremente de “los problemas de identidad” para eludir lo esencial: la opresión de una clase de privilegiados ejercida sobre la inmensa masa de los pueblos mestizos o blancos de orilla. Y, claro, lo esencial se evade: pero es que en esos pueblos también hay división de clases. Seguro.
Entre los aztecas y los incas pasaba otro tanto, lo mismo que entre los otomanos y los imperios negros del Níger. En la China de los Ming o en el Japón que visitan bucaneros holandeses y portugueses. Entre los griegos de la antigüedad o los romanos de todas las provincias. Esclavos los ha habido para todos los gustos. Y en todas las latitudes.
Si la “identidad” sirve para la evasión que refuerza el orden mundial imperante no hay que olvidar el “multiculturalismo” que, a su vez, fortalece las relaciones de poder en las sociedades precisamente multiculturales.
Acepta, dice, todas las culturas, mientras claro está haya una cultura, es decir, la nuestra, que administre todas las demás. Especialmente los recursos naturales que están en manos de las “otras culturas”. Ya no hay choque de civilizaciones, no qué va; hay alianzas, que son como las alianzas de los machistas con sus esclavas de turno, ¡a obedecer, carajo, que para eso soy tu marido, faltaba más!
Es increíble como las bases del Patriarcado se reproducen por doquier. A todas las escalas, que todavía hay clases, sí señor. ¿Pero es que no lo ves? Allí están en Irak, matándose todos los días como salvajes, porque así son los salvajes que, encima, envidian “nuestra forma de vida”. “Forma de vida” padecida por los nicaragüenses y por los cubanos. Reagan no era una excrecencia, al contrario, estaba en sintonía con los Padres Fundadores. Además, deberías de saberlo si dices ser tan culto, los árabes siempre estuvieron con Hitler. Claro, y con Alá, lo más probable.
Mientras el mundo se hace pedazos en una inacabable guerra civil internacional las Multinacionales siempre están presentes hasta en las selvas donde la guerrilla colombiana alivia sus fatigas. Los chicos de la Agencia y los 007 británicos realizan su labor a la sombra, pero al día siguiente su obra divina aparece en la gran prensa y con grandes titulares. Ellos trabajan por nosotros, arguyen los que aparecen en el hit parade de “Fortune”. Los chicos han torturado fuera y dentro de los espacios de “nuestra forma de vida”, pero en Guantánamo ha habido con toda seguridad extralimitaciones. No las habíamos previsto. Pero las toleramos porque nos conviene, y si no, cómo podríamos derrotar al “terrorismo”.
¿Cuál “terrorismo”? Bueno, cuál será, el de las identidades que envidian “nuestra forma de vida”, “nuestra civilización”, “nuestro mundo libre” que, dicho sea de paso, pudimos salvar de las hordas comunistas. Menos mal.
Pero hay malas noticias. “Nuestra forma de vida” naufraga por las limitaciones de los recursos y todo el sistema entra en entropía. No hay agua, coño, se nos acaba el agua. La tienen en demasía en el sur; ¡a por ella!. Y los chicos de los servicios secretos se ponen en marcha, con esto del internet y de la tecnología digital ya no hacen falta los bucaneros de antaño. No importa que mates vascos en la Caracas bajo el control de la Internacional Socialista. Los vascos que vos matasteis gozan de buena salud. Pero la generosidad del hombre del sur no cesa: dadle de beber al sediento, que dijo el crucificado según recuerdan sus acólitos.
La Ilustración fue la viga civilizadora. El optimismo humanista se basaba en la diosa ciencia. La “Razón” debía de guiarnos a todos, incluso a los esclavos y a los pueblos oprimidos. Pero cuando la Razón se alza contra la Razón dominadora ya la Razón no interesa. Siempre éramos racionales y teníamos un Absoluto. Todo estaba atado y bien atado.
Los Absolutos se desvanecen. Los postmodernos –como los bárbaros- nos invaden. Los derechos sociales se desmoronan, se desarma el “Estado del Bienestar” de los países ricos; de momento, expoliar como debe ser sólo
la mano de obra esclava, sureña; lentamente, que hoy la velocidad es asunto de aparatos. Qué curioso, la civilización occidental quiere el agua de sus esclavos. Sí, la quiere para sí.
Los Absolutos se desvanecen. ¿Cuándo me hablas del Hombre a qué Hombre te refieres? Los post modernos aseguran que el tiempo de “los grandes relatos” ha pasado y que atravesamos la dictadura del instante, como en el Amor. Como el gatillo imperial que caza iraquíes sin que las Naciones Unidas haga algo.
¿Dónde están ahora los Absolutos? En la ciencia parece que han desaparecido, ciencia socrática esa: sólo sabe que no sabe nada. Dentro de poco eliminaremos los ejércitos, anhelo de toda nuestra civilización, Sí, claro, te imaginas, los ejércitos, esa forma brutal de “hacerse hombre”. Progresamos. Serán sustituidos los ejércitos por empresas de mercenarios, una suerte de servicios outsourcing contratados por los chicos de la Agencia y los 007 de todas las latitudes. Habrá pleno empleo. Seguro.
La civilización podrá sobrevivir gracias al agua y al trabajo de los sureños, y a los servicios de sus Absolutos: los chivatos que, a decir verdad, son los que han escrito la historia –la delación siempre será una de las muchas ciencias ocultas-. Y si no, que lo diga Hernán Cortés, que sin la Malinche hubiera retornado a Extremadura, caballero andante, cierto, pero sin caudales. Como debió de ser.-
FLOREAL CASTILLA
Venezuela, 2006.
La tolerancia fue rasgo distintivo de la civilización occidental, es decir, de la que ha dado más muestras de intolerancia en toda la historia. Tolerancia para las élites; intolerancia para los de abajo, para la plebe analfabeta o a niveles semejantes. ¿Cómo podías creerte lo de la Igualdad, Fraternidad y Libertad cuando veías a los soldados franceses ametrallar indochinos o triturar africanos? ¿O sentirte encarnado por Calderón de la Barca mientras los españoles destripaban amerindios y latigueaban negros en las plantaciones? ¿Dónde estaba el Quijote en las colonias americanas?
Guardando las proporciones, lo mismo pasa hoy día. Se habla alegremente de “los problemas de identidad” para eludir lo esencial: la opresión de una clase de privilegiados ejercida sobre la inmensa masa de los pueblos mestizos o blancos de orilla. Y, claro, lo esencial se evade: pero es que en esos pueblos también hay división de clases. Seguro.
Entre los aztecas y los incas pasaba otro tanto, lo mismo que entre los otomanos y los imperios negros del Níger. En la China de los Ming o en el Japón que visitan bucaneros holandeses y portugueses. Entre los griegos de la antigüedad o los romanos de todas las provincias. Esclavos los ha habido para todos los gustos. Y en todas las latitudes.
Si la “identidad” sirve para la evasión que refuerza el orden mundial imperante no hay que olvidar el “multiculturalismo” que, a su vez, fortalece las relaciones de poder en las sociedades precisamente multiculturales.
Acepta, dice, todas las culturas, mientras claro está haya una cultura, es decir, la nuestra, que administre todas las demás. Especialmente los recursos naturales que están en manos de las “otras culturas”. Ya no hay choque de civilizaciones, no qué va; hay alianzas, que son como las alianzas de los machistas con sus esclavas de turno, ¡a obedecer, carajo, que para eso soy tu marido, faltaba más!
Es increíble como las bases del Patriarcado se reproducen por doquier. A todas las escalas, que todavía hay clases, sí señor. ¿Pero es que no lo ves? Allí están en Irak, matándose todos los días como salvajes, porque así son los salvajes que, encima, envidian “nuestra forma de vida”. “Forma de vida” padecida por los nicaragüenses y por los cubanos. Reagan no era una excrecencia, al contrario, estaba en sintonía con los Padres Fundadores. Además, deberías de saberlo si dices ser tan culto, los árabes siempre estuvieron con Hitler. Claro, y con Alá, lo más probable.
Mientras el mundo se hace pedazos en una inacabable guerra civil internacional las Multinacionales siempre están presentes hasta en las selvas donde la guerrilla colombiana alivia sus fatigas. Los chicos de la Agencia y los 007 británicos realizan su labor a la sombra, pero al día siguiente su obra divina aparece en la gran prensa y con grandes titulares. Ellos trabajan por nosotros, arguyen los que aparecen en el hit parade de “Fortune”. Los chicos han torturado fuera y dentro de los espacios de “nuestra forma de vida”, pero en Guantánamo ha habido con toda seguridad extralimitaciones. No las habíamos previsto. Pero las toleramos porque nos conviene, y si no, cómo podríamos derrotar al “terrorismo”.
¿Cuál “terrorismo”? Bueno, cuál será, el de las identidades que envidian “nuestra forma de vida”, “nuestra civilización”, “nuestro mundo libre” que, dicho sea de paso, pudimos salvar de las hordas comunistas. Menos mal.
Pero hay malas noticias. “Nuestra forma de vida” naufraga por las limitaciones de los recursos y todo el sistema entra en entropía. No hay agua, coño, se nos acaba el agua. La tienen en demasía en el sur; ¡a por ella!. Y los chicos de los servicios secretos se ponen en marcha, con esto del internet y de la tecnología digital ya no hacen falta los bucaneros de antaño. No importa que mates vascos en la Caracas bajo el control de la Internacional Socialista. Los vascos que vos matasteis gozan de buena salud. Pero la generosidad del hombre del sur no cesa: dadle de beber al sediento, que dijo el crucificado según recuerdan sus acólitos.
La Ilustración fue la viga civilizadora. El optimismo humanista se basaba en la diosa ciencia. La “Razón” debía de guiarnos a todos, incluso a los esclavos y a los pueblos oprimidos. Pero cuando la Razón se alza contra la Razón dominadora ya la Razón no interesa. Siempre éramos racionales y teníamos un Absoluto. Todo estaba atado y bien atado.
Los Absolutos se desvanecen. Los postmodernos –como los bárbaros- nos invaden. Los derechos sociales se desmoronan, se desarma el “Estado del Bienestar” de los países ricos; de momento, expoliar como debe ser sólo
la mano de obra esclava, sureña; lentamente, que hoy la velocidad es asunto de aparatos. Qué curioso, la civilización occidental quiere el agua de sus esclavos. Sí, la quiere para sí.
Los Absolutos se desvanecen. ¿Cuándo me hablas del Hombre a qué Hombre te refieres? Los post modernos aseguran que el tiempo de “los grandes relatos” ha pasado y que atravesamos la dictadura del instante, como en el Amor. Como el gatillo imperial que caza iraquíes sin que las Naciones Unidas haga algo.
¿Dónde están ahora los Absolutos? En la ciencia parece que han desaparecido, ciencia socrática esa: sólo sabe que no sabe nada. Dentro de poco eliminaremos los ejércitos, anhelo de toda nuestra civilización, Sí, claro, te imaginas, los ejércitos, esa forma brutal de “hacerse hombre”. Progresamos. Serán sustituidos los ejércitos por empresas de mercenarios, una suerte de servicios outsourcing contratados por los chicos de la Agencia y los 007 de todas las latitudes. Habrá pleno empleo. Seguro.
La civilización podrá sobrevivir gracias al agua y al trabajo de los sureños, y a los servicios de sus Absolutos: los chivatos que, a decir verdad, son los que han escrito la historia –la delación siempre será una de las muchas ciencias ocultas-. Y si no, que lo diga Hernán Cortés, que sin la Malinche hubiera retornado a Extremadura, caballero andante, cierto, pero sin caudales. Como debió de ser.-
FLOREAL CASTILLA
Venezuela, 2006.
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