CENIT: Esto y aquello
¿Racismo Global?
La preocupación de los círculos anarquistas a finales del siglo XIX consistía en cómo su mensaje de liberación humana podía llegarle a los trabajadores y, en general, a la más amplia gama de ciudadanos. Realmente, las experiencias de “la propaganda por el hecho” habían aislado a los anarquistas y derrotado en todas partes a su movimiento. Según Kropotkin, “la moral anarquista” no era compatible con “la propaganda por el hecho”. En el fondo, “la moral” kropotkiniana se apartaba de Nietzsche y de todas las escuelas nihilistas que pulularon durante mucho tiempo; al parecer, según algunos especialistas, “la moral” postulada por Kropotkin no era otra cosa que una de las formas más habituales de “la moral cristiana”.
En la Argentina, para poner un caso, los círculos anarquistas debatían entre ellos sobre la viabilidad del sindicalismo para las pretensiones ácratas por esa época. En ese entonces la clase trabajadora luchaba por el “derecho de asociación” que, hoy, es ampliamente reconocido en los países llamados democráticos. Las páginas gloriosas escritas por el anarquismo rioplatense sin embargo fueron parte de una época que, tras la Segunda Guerra Mundial, quedó casi en el olvido. En efecto, el Peronismo, un fenómeno que fue calificado inmediatamente de “fascismo” o “nazismo”, al calor de los manejos mediáticos de aquellos tiempos, se encargó de liquidar al anarquismo del sur. Doloroso desde luego el proceso, pero históricamente corroborable.
La descomposición del Peronismo tardó casi 20 años en producirse de manera aparentemente definitiva. Esos fenómenos nacionales o nacionalistas han absorbido casi todas las rebeldìas populares en América Latina. Durante la Revolución Mexicana pasó otro tanto. Pero no hay que alarmarse, a los Partidos estalinistas le sucedió lo mismo, salvo en alguna que otra localidad. Creo que en Colombia el PC derivó en FARC, que ya son palabras mayores.
Es evidente que no se puede explicar la bancarrota de las ideas europeas en América Latina solamente por el surgimiento de movimientos sociales autóctonos, de mayor o menor relieve. Algo más ha debido haber que sea útil para entender por qué tanto el anarquismo como el estalinismo corrieron una suerte declinante en este Continente.
Claro, desde la Revolución Cubana de 1959 abundan las explicaciones, buenas o malas, útiles o inútiles, pero se trata del período anterior.
Creo que el Estado Nacional está en la raíz de la declinación de los movimientos que he citado. El Estado Nacional durante el siglo XIX fue obsesivamente liberal, en el sentido del “dejar hacer dejar pasar”, siguiendo modelos europeos bastante divulgados en América Latina. La relación entre los Estados de la periferia colonial y los que habían sido las metrópolis imperiales fue realmente la base de las corrientes sociales más o menos nacionalistas o chauvinistas. Pero esto pasa en la América hispana; el varguismo brasileño convivió, sin embargo, con el cosmopolitismo europeo. Y quizá no en toda la América hispana, porque en México el nacionalismo fue desde 1914 socialista sin caer en el fascismo ni en el nazismo, por cierto.
Debe haber pues otra explicación aún más amplia que englobe a todas las anteriores. Quizá la pista la haya esbozado Chávez al confesar recientemente sus conversaciones con Aznar cuando éste era jefe del gobierno español. Parece que Aznar le dijo a Chávez que “hay que olvidarse del África, eso no tiene futuro” o algo semejante. Esto irritó mucho a Chávez y así lo confesó.
¿Estamos frente a un Racismo Global? Es decir, ¿en el fondo la explicación última de los fenómenos que hemos hablado aquí sólo es explicable mediante el Racismo? No sé, no podría asegurarlo. Lo único cierto es que la base de los agrupaciones europeas no pudo sintonizar con los “cabecitas negras” argentinos ni con los “rotos” chilenos. Ni con aymaras o quechuas bolivianos ni los “cholos” peruanos. Ni con los “monos” de esa inmensa base popular que es el apoyo de Chávez. Habría que investigar más, desde luego. Pero las élites blancas de América Latina ya han perdido su discurso y su poder. Quizá recurran a viejas técnicas, ya europeas ya americanas.-
FLOREAL CASTILLA
Venezuela, 2006.-
La preocupación de los círculos anarquistas a finales del siglo XIX consistía en cómo su mensaje de liberación humana podía llegarle a los trabajadores y, en general, a la más amplia gama de ciudadanos. Realmente, las experiencias de “la propaganda por el hecho” habían aislado a los anarquistas y derrotado en todas partes a su movimiento. Según Kropotkin, “la moral anarquista” no era compatible con “la propaganda por el hecho”. En el fondo, “la moral” kropotkiniana se apartaba de Nietzsche y de todas las escuelas nihilistas que pulularon durante mucho tiempo; al parecer, según algunos especialistas, “la moral” postulada por Kropotkin no era otra cosa que una de las formas más habituales de “la moral cristiana”.
En la Argentina, para poner un caso, los círculos anarquistas debatían entre ellos sobre la viabilidad del sindicalismo para las pretensiones ácratas por esa época. En ese entonces la clase trabajadora luchaba por el “derecho de asociación” que, hoy, es ampliamente reconocido en los países llamados democráticos. Las páginas gloriosas escritas por el anarquismo rioplatense sin embargo fueron parte de una época que, tras la Segunda Guerra Mundial, quedó casi en el olvido. En efecto, el Peronismo, un fenómeno que fue calificado inmediatamente de “fascismo” o “nazismo”, al calor de los manejos mediáticos de aquellos tiempos, se encargó de liquidar al anarquismo del sur. Doloroso desde luego el proceso, pero históricamente corroborable.
La descomposición del Peronismo tardó casi 20 años en producirse de manera aparentemente definitiva. Esos fenómenos nacionales o nacionalistas han absorbido casi todas las rebeldìas populares en América Latina. Durante la Revolución Mexicana pasó otro tanto. Pero no hay que alarmarse, a los Partidos estalinistas le sucedió lo mismo, salvo en alguna que otra localidad. Creo que en Colombia el PC derivó en FARC, que ya son palabras mayores.
Es evidente que no se puede explicar la bancarrota de las ideas europeas en América Latina solamente por el surgimiento de movimientos sociales autóctonos, de mayor o menor relieve. Algo más ha debido haber que sea útil para entender por qué tanto el anarquismo como el estalinismo corrieron una suerte declinante en este Continente.
Claro, desde la Revolución Cubana de 1959 abundan las explicaciones, buenas o malas, útiles o inútiles, pero se trata del período anterior.
Creo que el Estado Nacional está en la raíz de la declinación de los movimientos que he citado. El Estado Nacional durante el siglo XIX fue obsesivamente liberal, en el sentido del “dejar hacer dejar pasar”, siguiendo modelos europeos bastante divulgados en América Latina. La relación entre los Estados de la periferia colonial y los que habían sido las metrópolis imperiales fue realmente la base de las corrientes sociales más o menos nacionalistas o chauvinistas. Pero esto pasa en la América hispana; el varguismo brasileño convivió, sin embargo, con el cosmopolitismo europeo. Y quizá no en toda la América hispana, porque en México el nacionalismo fue desde 1914 socialista sin caer en el fascismo ni en el nazismo, por cierto.
Debe haber pues otra explicación aún más amplia que englobe a todas las anteriores. Quizá la pista la haya esbozado Chávez al confesar recientemente sus conversaciones con Aznar cuando éste era jefe del gobierno español. Parece que Aznar le dijo a Chávez que “hay que olvidarse del África, eso no tiene futuro” o algo semejante. Esto irritó mucho a Chávez y así lo confesó.
¿Estamos frente a un Racismo Global? Es decir, ¿en el fondo la explicación última de los fenómenos que hemos hablado aquí sólo es explicable mediante el Racismo? No sé, no podría asegurarlo. Lo único cierto es que la base de los agrupaciones europeas no pudo sintonizar con los “cabecitas negras” argentinos ni con los “rotos” chilenos. Ni con aymaras o quechuas bolivianos ni los “cholos” peruanos. Ni con los “monos” de esa inmensa base popular que es el apoyo de Chávez. Habría que investigar más, desde luego. Pero las élites blancas de América Latina ya han perdido su discurso y su poder. Quizá recurran a viejas técnicas, ya europeas ya americanas.-
FLOREAL CASTILLA
Venezuela, 2006.-
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