CENIT portavoz de la regional exterior de la cnt-ait

"SI CADA REFUGIADO ESPAÑOL NARRASE SIMPLEMENTE LO QUE HA VIVIDO, SE LEVANTARÍA EL MÁS EXTRAORDINARIO Y CONMOVEDOR DE LOS MONUMENTOS HUMANOS" FEDERICA MONTSENY, 1978

05 enero, 2006

CENIT: ESTO Y AQUELLO


El Aymara sentado sobre un barril de pólvora
Si alguna imagen retrata qué es Bolivia es la del minero con los cartuchos de dinamita que en las habituales protestas que se producen por esos lares los hace estallar con la misma facilidad con la que un madrileño abre una botella de cava.
No me hace ninguna gracia el compañero Evo Morales si le hace a Rodríguez Zapatero el maldito caso que esperan los españoles. Claro, quiero decir los empresarios españoles.
Aunque en los países imperiales, que todo debe decirse en voz alta, “monta tanto” empresariado como sindicalistas. Se necesitan ambos para guardar las formas. Y los euros. La acumulación de capital, acelerada, ya a lo interno como a lo externo, es la razón de ser de la Europa Unida; razón de ser, sí, porque, de lo contrario, es aplastada por China en un santiamén, y nunca se sabe qué le convendría más al Tío Sam. La única forma de lograrlo en los tiempos previstos es convirtiéndose en una réplica de lo que son Estados Unidos: explota adentro y explota afuera. Por eso la prioridad es desmontar el confort europeo; y el esfuerzo productivo desviarlo hacia la explotación máxima en el Tercer Mundo. O come el teutón o come el senegalés: para los dos no alcanza.
Las multinacionales españolas invaden América Latina desde los tiempos en que Felipe González, en su segundo período, descubrió que el mejor socialismo es el que más se asemeja al capitalismo. Tengo para mí que cuando “Isidoro” desbancó al viejo alicantino Rodolfo Llopis de la jefatura vitalicia del PSOE raquíticamente exiliado ya lo había descubierto; sólo esperó el mejor momento para patentarlo. Se le adelantó, eso dicen, el radical sevillano Alfonso Guerra. Jamás tuvieron los picapleitos laboralistas sevillanos del PSOE la alteza de miras de un Enrique Tierno Galván, a quien, por herencia, le correspondía ser la voz y el exponente del socialismo español del postfranquismo. Pero las miserias humanas y las envidias cancerígenas abundan hasta en las mejores familias, que lo digo yo.
Desde la década de los noventas del siglo XX las multinacionales españolas invierten en los negocios más rentables de los países suramericanos. En la Argentina, aprovecharon a Menem hasta la saciedad. El capitalismo español debería hacerle una estatua a Menem. La barbarie neoliberal en la Argentina alcanzó cimas degradantes. En Venezuela, hasta 1999 se adueñaron de gran parte del sistema financiero, pero la llegada de Chávez cortó el resto de los negocios: por eso es que “El País”, el periódico del progresismo socioliberal hispano, no pierde oportunidad para recordarle a sus lectores que Chávez es un “tirano”; y, lo peor no sería eso, sino que las variopintas formaciones e intelectuales más inverosímiles le hacen coro.
Pero ha sido Bolivia, más aún que Chile y Brasil donde la Corona española tiene suculentas inversiones, el país que ha merecido la atención de las multinacionales ibéricas. Con Sánchez Lozada y Mesa, la Repsol casi se adueña del petróleo y del gas. Además, el sistema financiero es manejado totalmente por el Banco Bilbao Vizcaya, y en menor medida por el Banco Santander, ambos buques insignias de la nueva colonización hispana de América. Todo el sistema de pensiones y jubilaciones es controlado por la banca española. No es casualidad que recién electo, Evo Morales haya debido acudir a Madrid en vez de a Washington.
Porque, a regañadientes, el imperio yanqui comprendió que debía, tras el desplome soviético, facilitarle los negocios al capital europeo. Los tiempos del “Plan Marshall” habían cambiado. Por razones de índole cultural, a España le tocó Iberoamérica.
Cuesta creer por lo que se ha sabido de la visita de Evo Morales a Madrid, que este aymara salido de los sectores más rebeldes y honestos de los movimientos sociales bolivianos, haya tomado la iniciativa de ir a Madrid. Todo parece ser que lo llamaron: lo llamó Moratinos, lo llamó Zapatero, lo llamó el Rey.
Los españoles querían saber qué pasaría con los euros que tienen en Bolivia. Y si tienen olfato, y quizá Moratinos lo tenga más desarrollado que ningún otro, saben, a esta hora, que están en peligro.
En efecto, Evo Morales es prisionero de sus propias palabras, de su compromiso con las comunidades cocaleras, si traiciona a su gente sabe que está perdido. ¡Y cómo lo sabe! Y si, a la vez, no se anda con paso ligero también estará perdido. Todo lo que es ese variopinto mundo de la izquierda boliviana, de los movimientos sociales, no aceptará esta vez ni concesiones ni retrasos deliberados.
Evo lo sabe. Castro lo sabe. Chávez lo sabe. Porque ninguno de los procesos que se van dando en América Latina en el ámbito de la izquierdización continental se parece uno a otro. El lulismo brasileño, está demostrado, ha sido la continuación del cardosismo, una suerte de reformismo neoliberal que no ha atacado las grandes llagas sociales del Brasil, pero ha gastado mucho dinero haciendo demagogia. El Uruguay del Frente Amplio es un arroz con mango; ya dentro de los Tupamaros las puñaladas se rifan y las traiciones por un plato de lentejas son habituales. El “socialismo chileno” es más derechista que el del PSOE español. Y, en la Argentina, el último cartucho del peronismo no levanta cabeza. Solamente Venezuela ha logrado algunos avances, y eso se debe al monopolio sobre la renta petrolera y a que, en Venezuela, no había mucho por privatizar; cuando se inició el proceso de privatización del petróleo apareció Chávez como sacado de la manga de un prestidigitador. Todos, eso sí, coinciden en la integración en el Mercosur, y en las salidas para aligerar el peso de la influencia y de la dependencia yanquis.
Pero Bolivia es otra cosa. Hay allí tradiciones obreras de acción directa. Desde 1952 Bolivia es un hervidero donde la lucha de clases pinta sus rostros con el indianismo de tradiciones caudillescas y de pelea. Antes de ese año, la clase trabajadora boliviana examinó con lupa la experiencia del movimiento obrero español durante el período de 1936 a 1939. Sectores radicales del trotskismo y de los núcleos anarcosindicalistas nativos forjaron una alianza clasista que ha mantenido en vilo a América Latina. Esas formas de lucha, incluso las formas organizativas, han sido adoptadas por los otros movimientos sociales. Todavía en Bolivia, la palabra “federación” tiene el sentido clásico del internacionalismo proletario de 1864. Y eso no pasa en el resto del continente.
A lo mejor estoy equivocado, pero me temo que Evo Morales está sentado sobre un barril de pólvora. Cualquier chispa puede hacerlo estallar.

FLOREAL CASTILLA