CeNiT 981: ¿Cómo no remover el pasado?
De vez en cuando, se escribe, se dice, se aconseja , de no remover de no revisar el pasado y la larga lista de las víctimas de la Guerra civil española, algunos de estos propósitos (muy pocos vienen del lado de los vencidos, quizás por cansancio o por cualquier otras cosas valideras o no), pero la gran mayoría proviene del sector de los vencedores, claro está que tal deseo no es desinteresado, la desaparición de los disidentes y la ocultación de las víctimas son algunas de las constantes en todas las dictaduras, la franquista no iba a ser menos.
A este respecto dice Pedro Laín Entralgo: ¿Cómo se puede hablar de olvido, cuando toda la verdad todavía se desconoce? Esas voces que dicen de que la guerra hay que olvidarla, lo que pretenden es ocultar, la represión ocurrida con motivo de guerra. Y más concretamente , la represión ocurrida en el bando fascista, durante y después de los acontecimientos. La historia de la represión franquista queda por hacer, salvo algunos estudios de sitios determinados, no abarcan el conjunto de España. Carlos Seco Serrano afirma “un piadoso olvido del atroz pasado no puede consistir en un olvido parcial, dejando constar las razones de una parte, mientras se impone el silencio, a los que nunca pudieron exponer las suyas en el marco de nuestras fronteras”.
La mayor y vergonzosa aberración histórica reside en decir que “todos hicieron lo mismo”; esto anula el derecho a la legítima defensa y a la resistencia ante un golpe de Estado contra un gobierno y una República legalmente constituidos, la defensa de la legalidad, no solamente era necesaria del punto de vista legítimo pero también moral, todos aquellos Estados, dichos democráticos, liberales y comunistas, tuvieron que pagar posteriormente su silencio cómplice e interesado, con su pilatisma ley de no-intervención.
La clase obrera en el 1936 no decidió pelearse y matarse entre sí, sin más ni más, sino que la clase dominante tradicional, instrumentalizando al ejército, se lanzó al camino totalitario, siguiendo el ejemplo del fascismo latente en Italia, Alemania, Portugal, por ejemplo, fracasó en su objetivo ante la resistencia inesperada del pueblo, provocando la guerra civil. Hoy sabemos que la España del frente popular no estaba conspirando, ni la clase obrera estaba armada, lo hubiese sido, las cosas hubiesen sido otras: tenía en el mes de julio del 1936 la clase trabajadora otras cosas que hacer en sus talleres, en sus comercios, en sus campos, en sus trabajos y casas, si se lanzaron a la calle fue por necesidad, para defenderse, y querer gozar como los mandamases militaroeclesiásticos y explotadores latifundistas, del producto de su labor.
Cuanto a querer gemelar la represión, queda largo paso entre las dos, la franquista fue una represión de Estado, impulsada desde arriba, ayudada materialmente por Estados fascistas, moralmente por la Iglesia, manualmente por un ejército corrompido, un tercio sanguinario, e indirectamente por ciertos países asustados de lo que aquella revolución podía provocar en sus clases mismas.
La represión republicana no fue una represión de Estado, sino una acción revolucionaria más o menos controlada, no llegó, y de lejos, ni cualitativamente ni cuantitativamente, a lo que fue la represión francofascista. Represión con carácter institucional desde su inicio, recordaremos que los primeros fusilamientos lo fueron en la tarde del 17 de julio en las guarniciones africanas, recordaremos lo que vomita Queipo de Llano: “Estamos decididos a aplicar la ley con firmeza inexorable: Morón, Utrera, Puente Genil, Castro del Río, id preparando sepulturas! Yo os autorizo a matar como un perro a cualquiera que se atreva a ejercer coacción ante nosotros; que si lo hiciéres , quederéis exentos de toda responsabilidad.” Las instrucciones del general Mola tienen mayor dureza y frialdad; dice el 25 de mayo: “Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extrema violencia para reducir lo antes posible al enemigo”, y el 24 de junio: “El movimiento ha de ser simultáneo en todas las guarniciones y con con una gran violencia”. El 19 de julio: “Hay que sembrar el terror, dejar sensación de dominio eliminando sin escrupúlos ni vaciliación a todos los que no piensen como nosotros.”
Las declaraciones y actitudes de los dirigentes republicanos marcan una diferencia abismal con las de los sublevados. Indalecio Prieto dice el 8 de agosto 1936: “Por muy fidedignas que sean las terribles y trágicas versiones de lo ocurrido y sigue ocurriendo en tierras dominadas por nuestros enemigos, no los imitéis; no imitéis esa conducta”. Parte de la represión republicana se debió a la ira popular, suscitada por la sublevación, como en el caso del asalto al cuartel de la Montaña, el gobierno republicano jamás alentó la represión.
Ante las Cortes, reunidas en el monasterio de San Cugat septiembre 1938, dice: “A mi me duele la vida de los españoles sacrificados estérilmente en el otro lado. A mí me interesa, para el gobierno futuro, conservarlos a ellos también, y que sirvan de contraste con nuestra opinión y posición política.” Este tipo de declaraciones, y otras similares de Manuel Azaña, no se produjeron en el otro bando, y la poca oposición de Hedilla o del obispo de Pamplona fue totalmente silenciada.
Otra de las diferencias fue el contexto internacional, el modelo y los métodos expeditivos empleados en la Alemania nazi desde su llegada al poder en el 1933, fueron tenidos muy en cuenta por los sublevados, es conocida la relación entre estos y los consulados alemanes en España, superando en ciertas ocasiones el alumno al maestro; informa el teniente coronel Hans Von Funck a Berlin sobre la entrada de las tropas de Franco en Toledo: “Por algunas de las calles corría la sangre, he combatido en Francia durante la gran guerra, pero jamás he contemplado la brutalidad y la ferocidad con que el ejército expedicionario de África desarrolla sus operaciones. Por ello desaconsejo el envío de tropas regulares alemanas a España, porque ante tal salvajismo, los soldados alemanes se desmoralizarían”.
¿Cómo no remover el pasado? Si comparamos las dos represiones (aunque pretendo yo que la republicana, a parte algunos asuntos personales que se puedan anotar, fue legal, y de auto-defensa) podemos constatar: 1° en la zona republicana la mayoría de los eliminados lo fueron en el verano y otoño 36. Esta violencia de retaguardia queda casi controlada en el 37, con algunos raros casos en el 38. El otro bando, en ese mismo 38, siguió fusilando a mansalva 191 en Don Benito, 59 en Villanueva de la Serena etc., cifras que se doblaron en la posguerra; la represión franquista duró 15 años, entre guerra y posguerra, mientras que la republicana se circunscribe al primer año. Tal diferencia temporal ahorra todo comentario.
Además existen matanzas arbitrarias documentadas en los estudios provinciales hechos en Sevilla, Huelva, Granada, Córdoba, La Rioja, en Soria, entre otros, sin olvidar los varios miles masacrados en Badajoz. En Córdoba, aparte de 4000 fusilados en la capital se cuentan 700 campesinos en Baena, un millar en Puente Genil, 300 en Palma del Rio, 400 en Fuenteovejuna… No quisiéramos dejar de lado los bombardeos, jamás la aviación republicana ametralló al personal civil que huía de la guerra, como lo hizo la franquista, recordar Málaga en 1937, o los pueblos de Extremadura en el verano 1938 (La Serena); los registros civiles de Don Benito y Villanueva, con su parquedad, inscriben 143 víctimas por esta causa, lo mismo ocurrió en la evacuación de Tarragona 1939.
¿Cómo no remover el pasado? No se pueden echar al olvido los 2500 fusilamientos de Canarias, los de Ceuta y Melilla, los miles de Galicia, de Salamanca, Valladolid, Zamora, Segovia, La Rioja, Navarra, etc. No no se puede olvidar las represiones y los genocidios pasados y los presentes, Bosnia, Argentina, Chile, Centroamérica, Alemania nazi, Japón, URSS estaliniana y un largo etc.
Recogido por el equipo redaccional en varias fuentes de información, escritas o comentadas por: Lain Entralgo, Seco Serrano, Servicio Histórico Militar Madrid, Reig Tapia, Gibson, Iturralde, Cabanellas G., Moreno Gómez, Gallardo Moreno J., de la Cierva, Historia N° 3 año1. n
A este respecto dice Pedro Laín Entralgo: ¿Cómo se puede hablar de olvido, cuando toda la verdad todavía se desconoce? Esas voces que dicen de que la guerra hay que olvidarla, lo que pretenden es ocultar, la represión ocurrida con motivo de guerra. Y más concretamente , la represión ocurrida en el bando fascista, durante y después de los acontecimientos. La historia de la represión franquista queda por hacer, salvo algunos estudios de sitios determinados, no abarcan el conjunto de España. Carlos Seco Serrano afirma “un piadoso olvido del atroz pasado no puede consistir en un olvido parcial, dejando constar las razones de una parte, mientras se impone el silencio, a los que nunca pudieron exponer las suyas en el marco de nuestras fronteras”.
La mayor y vergonzosa aberración histórica reside en decir que “todos hicieron lo mismo”; esto anula el derecho a la legítima defensa y a la resistencia ante un golpe de Estado contra un gobierno y una República legalmente constituidos, la defensa de la legalidad, no solamente era necesaria del punto de vista legítimo pero también moral, todos aquellos Estados, dichos democráticos, liberales y comunistas, tuvieron que pagar posteriormente su silencio cómplice e interesado, con su pilatisma ley de no-intervención.
La clase obrera en el 1936 no decidió pelearse y matarse entre sí, sin más ni más, sino que la clase dominante tradicional, instrumentalizando al ejército, se lanzó al camino totalitario, siguiendo el ejemplo del fascismo latente en Italia, Alemania, Portugal, por ejemplo, fracasó en su objetivo ante la resistencia inesperada del pueblo, provocando la guerra civil. Hoy sabemos que la España del frente popular no estaba conspirando, ni la clase obrera estaba armada, lo hubiese sido, las cosas hubiesen sido otras: tenía en el mes de julio del 1936 la clase trabajadora otras cosas que hacer en sus talleres, en sus comercios, en sus campos, en sus trabajos y casas, si se lanzaron a la calle fue por necesidad, para defenderse, y querer gozar como los mandamases militaroeclesiásticos y explotadores latifundistas, del producto de su labor.
Cuanto a querer gemelar la represión, queda largo paso entre las dos, la franquista fue una represión de Estado, impulsada desde arriba, ayudada materialmente por Estados fascistas, moralmente por la Iglesia, manualmente por un ejército corrompido, un tercio sanguinario, e indirectamente por ciertos países asustados de lo que aquella revolución podía provocar en sus clases mismas.
La represión republicana no fue una represión de Estado, sino una acción revolucionaria más o menos controlada, no llegó, y de lejos, ni cualitativamente ni cuantitativamente, a lo que fue la represión francofascista. Represión con carácter institucional desde su inicio, recordaremos que los primeros fusilamientos lo fueron en la tarde del 17 de julio en las guarniciones africanas, recordaremos lo que vomita Queipo de Llano: “Estamos decididos a aplicar la ley con firmeza inexorable: Morón, Utrera, Puente Genil, Castro del Río, id preparando sepulturas! Yo os autorizo a matar como un perro a cualquiera que se atreva a ejercer coacción ante nosotros; que si lo hiciéres , quederéis exentos de toda responsabilidad.” Las instrucciones del general Mola tienen mayor dureza y frialdad; dice el 25 de mayo: “Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extrema violencia para reducir lo antes posible al enemigo”, y el 24 de junio: “El movimiento ha de ser simultáneo en todas las guarniciones y con con una gran violencia”. El 19 de julio: “Hay que sembrar el terror, dejar sensación de dominio eliminando sin escrupúlos ni vaciliación a todos los que no piensen como nosotros.”
Las declaraciones y actitudes de los dirigentes republicanos marcan una diferencia abismal con las de los sublevados. Indalecio Prieto dice el 8 de agosto 1936: “Por muy fidedignas que sean las terribles y trágicas versiones de lo ocurrido y sigue ocurriendo en tierras dominadas por nuestros enemigos, no los imitéis; no imitéis esa conducta”. Parte de la represión republicana se debió a la ira popular, suscitada por la sublevación, como en el caso del asalto al cuartel de la Montaña, el gobierno republicano jamás alentó la represión.
Ante las Cortes, reunidas en el monasterio de San Cugat septiembre 1938, dice: “A mi me duele la vida de los españoles sacrificados estérilmente en el otro lado. A mí me interesa, para el gobierno futuro, conservarlos a ellos también, y que sirvan de contraste con nuestra opinión y posición política.” Este tipo de declaraciones, y otras similares de Manuel Azaña, no se produjeron en el otro bando, y la poca oposición de Hedilla o del obispo de Pamplona fue totalmente silenciada.
Otra de las diferencias fue el contexto internacional, el modelo y los métodos expeditivos empleados en la Alemania nazi desde su llegada al poder en el 1933, fueron tenidos muy en cuenta por los sublevados, es conocida la relación entre estos y los consulados alemanes en España, superando en ciertas ocasiones el alumno al maestro; informa el teniente coronel Hans Von Funck a Berlin sobre la entrada de las tropas de Franco en Toledo: “Por algunas de las calles corría la sangre, he combatido en Francia durante la gran guerra, pero jamás he contemplado la brutalidad y la ferocidad con que el ejército expedicionario de África desarrolla sus operaciones. Por ello desaconsejo el envío de tropas regulares alemanas a España, porque ante tal salvajismo, los soldados alemanes se desmoralizarían”.
¿Cómo no remover el pasado? Si comparamos las dos represiones (aunque pretendo yo que la republicana, a parte algunos asuntos personales que se puedan anotar, fue legal, y de auto-defensa) podemos constatar: 1° en la zona republicana la mayoría de los eliminados lo fueron en el verano y otoño 36. Esta violencia de retaguardia queda casi controlada en el 37, con algunos raros casos en el 38. El otro bando, en ese mismo 38, siguió fusilando a mansalva 191 en Don Benito, 59 en Villanueva de la Serena etc., cifras que se doblaron en la posguerra; la represión franquista duró 15 años, entre guerra y posguerra, mientras que la republicana se circunscribe al primer año. Tal diferencia temporal ahorra todo comentario.
Además existen matanzas arbitrarias documentadas en los estudios provinciales hechos en Sevilla, Huelva, Granada, Córdoba, La Rioja, en Soria, entre otros, sin olvidar los varios miles masacrados en Badajoz. En Córdoba, aparte de 4000 fusilados en la capital se cuentan 700 campesinos en Baena, un millar en Puente Genil, 300 en Palma del Rio, 400 en Fuenteovejuna… No quisiéramos dejar de lado los bombardeos, jamás la aviación republicana ametralló al personal civil que huía de la guerra, como lo hizo la franquista, recordar Málaga en 1937, o los pueblos de Extremadura en el verano 1938 (La Serena); los registros civiles de Don Benito y Villanueva, con su parquedad, inscriben 143 víctimas por esta causa, lo mismo ocurrió en la evacuación de Tarragona 1939.
¿Cómo no remover el pasado? No se pueden echar al olvido los 2500 fusilamientos de Canarias, los de Ceuta y Melilla, los miles de Galicia, de Salamanca, Valladolid, Zamora, Segovia, La Rioja, Navarra, etc. No no se puede olvidar las represiones y los genocidios pasados y los presentes, Bosnia, Argentina, Chile, Centroamérica, Alemania nazi, Japón, URSS estaliniana y un largo etc.
Recogido por el equipo redaccional en varias fuentes de información, escritas o comentadas por: Lain Entralgo, Seco Serrano, Servicio Histórico Militar Madrid, Reig Tapia, Gibson, Iturralde, Cabanellas G., Moreno Gómez, Gallardo Moreno J., de la Cierva, Historia N° 3 año1. n
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