CENIT 996: Dichos y hechos
por S. F. Canto
En el caso de que por la primera vez de su historia Francia eligiera a una mujer como jefe de Estado en 2007, a la paridad hombre-mujer en política le queda aún mucho camino que recorrer, pese a los evidentes progresos que han tenido lugar desde la adopción de la primera ley en la materia de hace seis años.
Las leyes del 2000 y 2003 imponían la presentación de un número igual de hombres y de mujeres en la lista de los escrutinios, lo que no quiere decir que fueron respetadas.
En el espejo deformado de la actualidad se constata, una mujer candidata del Partido Socialista a la elección presidencial, otra que intenta entrar en liza en nombre del partido mayoritario en la asamblea (UMP), una tercera escogida por la derecha para conducirla a la reconquista de la alcaldía de París.
Pero, detrás de esta vitrina que se presta a confusión al dar la impresión de que las mujeres llevan la voz cantante en el país, existe la realidad que se traduce por el desierto de la representación femenina, a saber, una sola mujer presidente de Región, la misma que la candidata socialista al Eliseo, 10 % de mujeres que ejercen las funciones de alcalde, más de la mitad en comunas de menos de 500 habitantes y solamente 71 mujeres sobre un total de 577 diputados.
Se mire por donde se mire tanto en el plan nacional como en lo local, las estadísticas son abrumadoras para Francia.
Bien es verdad que fue una de las últimas democracias a acordar el derecho de voto a la mujer y que este retraso inicial ha contribuido, sin duda, a mantener esta situación.
De ahí el haber escogido la paridad que no es otra cosa que una forma de discriminación positiva a la cual adhieren inclusive, quienes manifiestan su hostilidad a esta fórmula en otros dominios y que consideran humillante este procedimiento para elevarse a las funciones que ellas podrían alcanzar por sus solos méritos. La dificultad está en que a pesar de sus méritos, las mujeres, precisamente porque son mujeres se las aparta de la selección que preludia la elección de su candidatura.
Es en todo caso lo que nos enseña la experiencia y que debería permitir de remediar a las leyes sucesivas que se adopten.
La paridad lleva consigo una promoción artificial que a medida que transcurren los años se instalará en las costumbres y en la práctica, como es el caso en la mayor parte de las democracias.
Los progresos serán lentos pero serán y son ya reales para poner un término a una excepción francesa que no deja de ser una chocante anomalía.Parece mentira que a estas alturas se continue manteniendo una tradición sobre un problema que lógicamente no debiera existir.
Por otra parte y con relación a lo que precede, las elecciones legislativas de 2007 no serán tomadas en cuenta, las disposiciones deberán entrar en vigor a partir de la primera renovación general de la Asamblea nacional siguiente, o sea el 1° de enero del 2008.
En el caso de que por la primera vez de su historia Francia eligiera a una mujer como jefe de Estado en 2007, a la paridad hombre-mujer en política le queda aún mucho camino que recorrer, pese a los evidentes progresos que han tenido lugar desde la adopción de la primera ley en la materia de hace seis años.
Las leyes del 2000 y 2003 imponían la presentación de un número igual de hombres y de mujeres en la lista de los escrutinios, lo que no quiere decir que fueron respetadas.
En el espejo deformado de la actualidad se constata, una mujer candidata del Partido Socialista a la elección presidencial, otra que intenta entrar en liza en nombre del partido mayoritario en la asamblea (UMP), una tercera escogida por la derecha para conducirla a la reconquista de la alcaldía de París.
Pero, detrás de esta vitrina que se presta a confusión al dar la impresión de que las mujeres llevan la voz cantante en el país, existe la realidad que se traduce por el desierto de la representación femenina, a saber, una sola mujer presidente de Región, la misma que la candidata socialista al Eliseo, 10 % de mujeres que ejercen las funciones de alcalde, más de la mitad en comunas de menos de 500 habitantes y solamente 71 mujeres sobre un total de 577 diputados.
Se mire por donde se mire tanto en el plan nacional como en lo local, las estadísticas son abrumadoras para Francia.
Bien es verdad que fue una de las últimas democracias a acordar el derecho de voto a la mujer y que este retraso inicial ha contribuido, sin duda, a mantener esta situación.
De ahí el haber escogido la paridad que no es otra cosa que una forma de discriminación positiva a la cual adhieren inclusive, quienes manifiestan su hostilidad a esta fórmula en otros dominios y que consideran humillante este procedimiento para elevarse a las funciones que ellas podrían alcanzar por sus solos méritos. La dificultad está en que a pesar de sus méritos, las mujeres, precisamente porque son mujeres se las aparta de la selección que preludia la elección de su candidatura.
Es en todo caso lo que nos enseña la experiencia y que debería permitir de remediar a las leyes sucesivas que se adopten.
La paridad lleva consigo una promoción artificial que a medida que transcurren los años se instalará en las costumbres y en la práctica, como es el caso en la mayor parte de las democracias.
Los progresos serán lentos pero serán y son ya reales para poner un término a una excepción francesa que no deja de ser una chocante anomalía.Parece mentira que a estas alturas se continue manteniendo una tradición sobre un problema que lógicamente no debiera existir.
Por otra parte y con relación a lo que precede, las elecciones legislativas de 2007 no serán tomadas en cuenta, las disposiciones deberán entrar en vigor a partir de la primera renovación general de la Asamblea nacional siguiente, o sea el 1° de enero del 2008.
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