CENIT 995: Editorial
Por qué soy antireligioso
Atacando la religión, no entiendo en ninguna manera atentar a la libertad de cualquiera, al contrario.
Las creencias de los creyentes deben ser aceptadas, fuesen ellas absurdas. Dejemos en paz esos que tienen fé en los cuentos los más groseros, pero nosotros exigimos que nuestras propias concepciones sean respetadas.
Sin embargo, en el terreno político y social, no admitimos que una secta quiera imponerse con medios y métodos jesuiticos, integristas o militares.
Estamos abiertos a la discusión, a la razón, para el derecho individual a la existencia, somos pues opuestos al catolicismo y a toda clase de religión que exige obediencia ciega, subordinación y opresión - sea esta física o moral.
Somos por la vida libre y ardiente, para la alegría, la belleza, el amor; somos por estas razones opuestos a las moralidades hipócritas, a los pregoneros del renunciamento, a la vida féa, exígua, miserable y antinatural.
Queremos la emancipación económica y moral del individuo, en una ciudad igualitaria y fraternal, sin parásitos y sin amos. Para llegar a esa meta se deben romper las servitudes mentales, echar fuera los prejuicios, esclarecer los espíritus; es decir derribar las religiones.
En Europa sobre todo la iglesia es un gran obstaculo. Es ella quien ha costado guerras sangrientas y fratricidas; es ella quien atiza los odios internacionales, el relevo está presto con las otras religiones en los países del este, de África y del Medio Oriente, incluso, aunque poco se sabe en países asiaticos. Ni que decir de la potencia de esta en las Américas sean del Sur o del Norte, ayudadas por las ‘diásporas’ de diversos orígines y países.
Pocas esperanzas de hacer ese mundo por lo menos un poco mejor en tanto que la capa negra, la horda de los jesuítas, los rabines, los ayatolas, los popes, los papas y el señor dinero no serán vencidos. A.H.
Atacando la religión, no entiendo en ninguna manera atentar a la libertad de cualquiera, al contrario.
Las creencias de los creyentes deben ser aceptadas, fuesen ellas absurdas. Dejemos en paz esos que tienen fé en los cuentos los más groseros, pero nosotros exigimos que nuestras propias concepciones sean respetadas.
Sin embargo, en el terreno político y social, no admitimos que una secta quiera imponerse con medios y métodos jesuiticos, integristas o militares.
Estamos abiertos a la discusión, a la razón, para el derecho individual a la existencia, somos pues opuestos al catolicismo y a toda clase de religión que exige obediencia ciega, subordinación y opresión - sea esta física o moral.
Somos por la vida libre y ardiente, para la alegría, la belleza, el amor; somos por estas razones opuestos a las moralidades hipócritas, a los pregoneros del renunciamento, a la vida féa, exígua, miserable y antinatural.
Queremos la emancipación económica y moral del individuo, en una ciudad igualitaria y fraternal, sin parásitos y sin amos. Para llegar a esa meta se deben romper las servitudes mentales, echar fuera los prejuicios, esclarecer los espíritus; es decir derribar las religiones.
En Europa sobre todo la iglesia es un gran obstaculo. Es ella quien ha costado guerras sangrientas y fratricidas; es ella quien atiza los odios internacionales, el relevo está presto con las otras religiones en los países del este, de África y del Medio Oriente, incluso, aunque poco se sabe en países asiaticos. Ni que decir de la potencia de esta en las Américas sean del Sur o del Norte, ayudadas por las ‘diásporas’ de diversos orígines y países.
Pocas esperanzas de hacer ese mundo por lo menos un poco mejor en tanto que la capa negra, la horda de los jesuítas, los rabines, los ayatolas, los popes, los papas y el señor dinero no serán vencidos. A.H.
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