CeNiT 981: Ni fui a verle, ni vino a verme
Por consiguiente estamos ahora como estábamos antes.
Escribía el País del 28-03: “En esta ciudad -(Toulouse)- del sur de Francia, en un gesto cargado de simbolismo, también se encontrará con representantes de los exiliados españoles o de sus descendientes, que tuvieron que marcharse de España a raíz de la Guerra Civil. La reunión de Toulouse, la más próxima de las capitales del exilio español, será un encuentro del Rey con republicanos españoles. Éstos son tiempos de reconciliaciones, y ése es el papel de un Rey casi republicano, de visita oficial en una república casi monárquica”.
En el concierto de propaganda que acompañó la visita oficial del Rey por estas tierras francesas, uno de los mensajes más claros que se ha querido hacer pasar, era el “encuentro” de la monarquía con los refugiados del 39, y poder incluirnos a todos en el terreno de lo políticamente correcto. Sin ninguna nota discordante la prensa podía dejar unánimemente constancia de que los exilados hemos cambiado la chaqueta.
Pese al jaleo y entusiasmo que la prensa diaria haya podido manifestar, el encuentro con los republicanos españoles se ha quedado reducido a aquello de la botella medio llena o la botella medio vacía, ni más ni menos, mal que les duela a algunos de los entusiastas comensales reales.
El paseo real por Toulouse nos ha dejado a muchos españoles una sensación de desconsideración, muy parecida a la continuidad de la imagen “vendida” por, y durante la transición. A saber: “en España no ha pasado nada entre 1936 y hoy”. “No ha habido pues, ni vencedores ni vencidos”. Ni siquiera Miguel de Unamuno llego a decir en Salamanca aquello del “venceréis pero no convenceréis”... y si lo dijo no se sabe, o no se quiere saber a quien...
Estas son las razones esenciales por las que yo continúo viendo la botella medio vacía, lejos de la imagen de consenso que las instituciones “oficiales” españolas, -y la monarquía es una de ellas-, nos quieren presentar. Tal vez que el rey haya pronunciado palabras compasivas y consensuadas para los refugiados de 1939, y que estas hayan satisfecho a los beneficiarios del tradicional plato de lentejas acompañado de champaña -o de vino español- y de tapas variadas. Como no estuve allí las desconozco y, en su valoración no quiero entrar, ni quiero saber como las recibieron los allí presentes. Supongo que con satisfacción.
Resulta chocante que la embajada española haya establecido una selección, al parecer “democrática” de la que una gran parte de los exiliados hayamos estado ausentes.
¿Con qué criterio se ha hecho la tal selección? ¿Será por antecedentes “políticos”?. Como dicen en Francia: «mystère et boules de gomme». Sin mucha pretensión, hacer la pregunta, es ya responder afirmativamente.
Para un viaje como este, y sobre todo que se quería presentar como una visión simbólica de reconciliación, mejor que buenas palabras, que el viento se suele llevar, algún hecho concreto, algún gesto, hubiesen resultado más consistentes.
Por ejemplo: el apoyo, al menos simbólico, -ya que esto no compromete en nada la corona- a la creación de esa Comisión sobre la verdad histórica, aún y siempre en ciernes, pese a que sea considerada de interés general.
Por ejemplo, lo mismo, de las investigaciones sobre las fosas comunes que se descubren continuamente... ante la inercia interesada, casi general.
Podrían agregarse algunas cosas más que aquí no caben, pero que serían interesantes para proceder a la elaboración de ese saldo histórico aún por hacer... y que por el momento queda pendiente de emprender... 70 años después, marcados por 40 años de franquismo puro y duro y una transición muda, o casi, con aquello del “borrón y cuenta nueva” como recompensa.
Como aún ninguno de estos hechos se han producido, el comentario sobre la visita real a Toulouse queda reducido a la más simple expresión: mucho protocolo, algo de folklore y de pandereta, algo de sentimentalismo para sesiones de cine y video, alguna satisfacción personal de cuchicheo, y lamentablemente poco más.
Para los posibles milagros hay que apuntarse a la lista de espera, leyendo, por ejemplo, la novela recién publicada bajo el titulo que evoca a Machado, “Mala gente que camina”...
por Floreal Samitier
Escribía el País del 28-03: “En esta ciudad -(Toulouse)- del sur de Francia, en un gesto cargado de simbolismo, también se encontrará con representantes de los exiliados españoles o de sus descendientes, que tuvieron que marcharse de España a raíz de la Guerra Civil. La reunión de Toulouse, la más próxima de las capitales del exilio español, será un encuentro del Rey con republicanos españoles. Éstos son tiempos de reconciliaciones, y ése es el papel de un Rey casi republicano, de visita oficial en una república casi monárquica”.
En el concierto de propaganda que acompañó la visita oficial del Rey por estas tierras francesas, uno de los mensajes más claros que se ha querido hacer pasar, era el “encuentro” de la monarquía con los refugiados del 39, y poder incluirnos a todos en el terreno de lo políticamente correcto. Sin ninguna nota discordante la prensa podía dejar unánimemente constancia de que los exilados hemos cambiado la chaqueta.
Pese al jaleo y entusiasmo que la prensa diaria haya podido manifestar, el encuentro con los republicanos españoles se ha quedado reducido a aquello de la botella medio llena o la botella medio vacía, ni más ni menos, mal que les duela a algunos de los entusiastas comensales reales.
El paseo real por Toulouse nos ha dejado a muchos españoles una sensación de desconsideración, muy parecida a la continuidad de la imagen “vendida” por, y durante la transición. A saber: “en España no ha pasado nada entre 1936 y hoy”. “No ha habido pues, ni vencedores ni vencidos”. Ni siquiera Miguel de Unamuno llego a decir en Salamanca aquello del “venceréis pero no convenceréis”... y si lo dijo no se sabe, o no se quiere saber a quien...
Estas son las razones esenciales por las que yo continúo viendo la botella medio vacía, lejos de la imagen de consenso que las instituciones “oficiales” españolas, -y la monarquía es una de ellas-, nos quieren presentar. Tal vez que el rey haya pronunciado palabras compasivas y consensuadas para los refugiados de 1939, y que estas hayan satisfecho a los beneficiarios del tradicional plato de lentejas acompañado de champaña -o de vino español- y de tapas variadas. Como no estuve allí las desconozco y, en su valoración no quiero entrar, ni quiero saber como las recibieron los allí presentes. Supongo que con satisfacción.
Resulta chocante que la embajada española haya establecido una selección, al parecer “democrática” de la que una gran parte de los exiliados hayamos estado ausentes.
¿Con qué criterio se ha hecho la tal selección? ¿Será por antecedentes “políticos”?. Como dicen en Francia: «mystère et boules de gomme». Sin mucha pretensión, hacer la pregunta, es ya responder afirmativamente.
Para un viaje como este, y sobre todo que se quería presentar como una visión simbólica de reconciliación, mejor que buenas palabras, que el viento se suele llevar, algún hecho concreto, algún gesto, hubiesen resultado más consistentes.
Por ejemplo: el apoyo, al menos simbólico, -ya que esto no compromete en nada la corona- a la creación de esa Comisión sobre la verdad histórica, aún y siempre en ciernes, pese a que sea considerada de interés general.
Por ejemplo, lo mismo, de las investigaciones sobre las fosas comunes que se descubren continuamente... ante la inercia interesada, casi general.
Podrían agregarse algunas cosas más que aquí no caben, pero que serían interesantes para proceder a la elaboración de ese saldo histórico aún por hacer... y que por el momento queda pendiente de emprender... 70 años después, marcados por 40 años de franquismo puro y duro y una transición muda, o casi, con aquello del “borrón y cuenta nueva” como recompensa.
Como aún ninguno de estos hechos se han producido, el comentario sobre la visita real a Toulouse queda reducido a la más simple expresión: mucho protocolo, algo de folklore y de pandereta, algo de sentimentalismo para sesiones de cine y video, alguna satisfacción personal de cuchicheo, y lamentablemente poco más.
Para los posibles milagros hay que apuntarse a la lista de espera, leyendo, por ejemplo, la novela recién publicada bajo el titulo que evoca a Machado, “Mala gente que camina”...
por Floreal Samitier
(Desde Toulouse)
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