CENIT portavoz de la regional exterior de la cnt-ait

"SI CADA REFUGIADO ESPAÑOL NARRASE SIMPLEMENTE LO QUE HA VIVIDO, SE LEVANTARÍA EL MÁS EXTRAORDINARIO Y CONMOVEDOR DE LOS MONUMENTOS HUMANOS" FEDERICA MONTSENY, 1978

17 junio, 2006

CeNiT nº 983: Matilde Escuder Vicente, maestra titular de la República


Matilde Escuder Vicente obtuvo el título de maestra de la República en Valencia el 24 de Julio de 1934. Poco tuvo ocasión de ejercer su profesión; el Golpe de Estado de julio de 1936 perpetrado por Franco contra el Gobierno legal de la República le robó para siempre aquella ilusión que tenía en enseñarles a los niños con una pedagogía moderna: la de Ferrer Guardia. Ayer fuimos a visitarla, Marisol Costa y yo, pues su hija nos había informado por teléfono de la preocupación que tenía por el estado de salud de Matilde. Tiene Matilde Escuder 92 años; vive con su hija, su yerno y sus nietos en la casa de campo que compartió tantos años con Félix Carrasquer. Estaba en su habitación siendo que ya no puede bajar de la cama; rodeada de libros pues toda su vida ha seguido con esa inquietud y curiosidad por todo lo que está relacionado con la enseñanza. Se alegró mucho vernos; estuvimos un rato con ella, su hija Etna, Marisol y yo. Al cabo de un monumento les pidió salir a su hija y a Marisol, y nos quedamos solas. Tenía ganas de hablarme de todo aquello que había contado mil veces a sus familiares y amigos, pero que en aquel momento sus palabras parecían recobrar una importancia particular. Hablándome de su primer plaza, me dijo así:
"En cuanto tuve el título, antes de la guerra, fui destinada como maestra a Ibiza, a un pueblecito, a las Salinas: era una escuela que estaba algo lejos de la ciudad. Cuando llegué, tuve que presentarme al departamento provincial; me dijo el empleado: vaya usted a la escuela del pueblo de al lado, y el maestro le indicará lo que tiene que hacer. Así lo hice. Aquel maestro, muy simpático, dejó salir a los niños al recreo y me dió los informes; yo no me quedé mucho rato pues no tenía aquel señor muy buenos modales y me encontraba yo bastante molesta: más tarde supo que era fascista y que hizo fusilar a muchos maestros en la tapia del castillo que se encuentra en el centro de Ibiza. Yo me salvé por casualidad: como tenía una gran inquietud pedagógica y apreciaba las teorías de Ferrer Guardia, me ahogaba en aquel ambiente; así es que como podía legalmente dejar la clase 8 días, aproveché para hacer viaje a Barcelona. Antes de marchar, como no conocía a nadie allí, escribí unas letras al periódico "Solidaridad Obrera" diciendo: hacer favor de salir a buscarme al puerto que llegaré en barco; que lleve en manos una "Soli" el que me venga a buscar. Antes de subirme al barco, un vendedor de cacahuetes que conocía me dijo: "¿Tildilla, te atreves ir a Barcelona sola?" Mira, yo te voy a dar unas señas por si acaso las necesitas: son las de un hermano mío." Menos mal de aquellas señas, porque cuando llegué a Barcelona, había tanta gente en el puerto que no puede encontrar al compañero de "Soli". Así es que fui a casa de aquella familia, y me quedé allí un tiempo. El cartero me llevaba a veces con él a repartir el correo; un día me llevó al Sindicato de Profesiones Liberales.
Me dieron plaza en una escuela del Sindicato situada en San Adrian. Había allí un maestro que se portó muy bien: se llamaba Berruezo. Me dieron las clases de los pequeños; no era fácil enseñar allí, porque estábamos dos maestros, cada uno con sus alumnos en la misma sala, pero iba a gusto. Además, tuve suerte en el hospedaje en casa de un matrimonio muy cariñoso, Santiago y Rosalia Ferras. Un día, cuando el otro maestro y yo veníamos de legalizar la escuela, al bajar del tranvía, alguien nos dijo: ha habido un levantamiento militar en Sevilla. A la mañana siguiente, oímos mucho tiroteo cerca del barrio; entonces, Santiago y yo fuimos a curiosear, y desde el lugar donde nos habíamos situado, vimos que bajaban a un hombre arrastras. Al llegar a la acera, le pegaron un tiro. Luego empezaron los incendios. Yo ya no volví a clase. Me fui al frente de Aragón, cerca de Belchite, y me incorporé en la Columna Durruti; Henrique Ferrero era responsable de Cultura; yo me ocupaba de la intendencia. Un día vino Henrique y me dijo: los comunistas están liquidando a compañeros; nos tenemos de ir de aquí. Nos fuimos pues. Henrique fue el padre de mi hija Etna. Desgraciadamente fue atrapado por los fascistas; así es que después de terminada la guerra nos quedamos en España; pero un día, estando todavía Henrique en la carcel, le dispararon un tiro desde la calle; nuestra hijita tenía entonces un año. El período más duro que vivimos fue en Valencia, donde fui detenida: las "sacas" llamaban a los actos de sacar cada tres días a detenidos con camiones; los llevaban a ejecutar contra la tapia del cementerio; a las familias que podían pagar 100 pesetas de entonces (lo que suponía mucho dinero) les dejaban asistir a la ejecución y recuperar el cuerpo para darle una sepultura digna. Los demás iban a para en fosas comunes. Cuando salí de la carcel, regresé a Barcelona. Allí conocí a Félix en un pleno CNT-FAI que se hizo en la casa Cambó, por supuesto clandestinamente. Nos unimos pues en España, antes de que nos detuvieran: editábamos pasquines y un folletito del sindicato de los metalúrgicos en la calle de Estruc de Barcelona, con una mesa de pruebas. A mí se me llevaron a la carcel de Ventas. A todos los presos políticos se los llevaban a Madrid donde los juzgaba el juez Eimar: a cuanta gente hizo matar aquel. A las 22 flores, 22 menores de edad se nos llevaron al matadero… Félix estuvo en la carcel más de diez años… Cuando salió…"
Se paró entonces de hablar Matilde, como para borrar de su pensamiento aquellos recuerdos terribles. Me levanté sin añadir una palabra; la besé en la frente y le sonreí antes de salir de la habitación. Su yerno me dió la copia de ese título de maestra que tan poco tuvo ocasión de utilizar: en aquella España franquista, la mayoría de los maestros fueron ejecutados o se fueron hacia el exilio (a vida); Matilde estaba en la carcel, y luego cuando salió tuvo que hacer mil trabajos (como dice ella: menos prostitución lo hice todo). Y mientras fueron eliminados de la enseñanza la mayoría de los maestros titulares, los niños de aquella España franquista iban a escuelas donde personas sin título ninguno ocupaban los puestos de maestros y les daban clases de doctrina falangista y religión.
Marisol Costa entró a pesar de un momento con ella en intimidad de sus recuerdos cariñosos. Las dejé solas y bajé a estar un rato con sus hijos en el jardín. El campo estaba precioso en aquel día de primavera… Ese campo del exilio verde y húmedo…
por Zeika VINUALES SARSA